La discreta hazaña china


ISIDRO ESTRADA


La hazaña de sacar a 600 millones de personas de la pobreza en apenas 15 años, a partir de 2000, bastaría para hacer a China merecedora de un pedestal entre los países que más empeño han colocado en elevar el nivel de vida de su población. Pero hay más de lo que muestran las estadísticas a simple vista. Mucho más. El esfuerzo chino en este aspecto ha trascendido las fronteras nacionales, para constituirse en trascendente aporte a la comunidad internacional.

Acompañándose de modo constante de su paradigma de “prueba y error”, la nación más poblada del mundo no sólo ha logrado desarraigar el flagelo de las carencias materiales en amplias zonas de su geografía. También ha sentado modelos dignos de estudio en cuanto al ascenso consecutivo y constante de la prosperidad en términos generales.

El siempre comedido y analítico líder Deng Xiaoping lo tenía muy claro cuando invitó a sus compatriotas a “cruzar el río palpando las piedras”. Cada paso en el camino que ha recorrido China en su ascenso a su actual podio de segunda mayor economía del mundo, ha estado sujeto a esta máxima: examinar cada probabilidad con acuciosidad científica; desecharla cuando la misma haga evidente su ineficacia; o vincular diversas aristas de previos intentos, aunque estos como totalidad no hayan sido felices, hasta dar con la ecuación más cercana a lo perfecto. Se trata en definitiva de aplicarse al pragmatismo más socorrido. Es recurrir una y otra vez a “buscar la verdad en los hechos”, tal como reza en el Libro de Han, el antiguo manuscrito al que Mao Zedong se abrazó en los primeros tiempos tras el triunfo de 1949, en la época en que hizo gala de lucidez política, y que Deng Xiaoping reverdeció con nuevos bríos en la posterior etapa de reforma y apertura al exterior.

Con este talante China ha removido obstáculos mayúsculos en la lucha contra la pobreza, duplicando su PIB en dos ocasiones desde principios de la década de los 90, lográndolo además, con varios años de antelación a las metas fijadas.

Asimismo, el país no ha tenido remilgos para aliarse en este empeño con una de las entidades financieras que el mundo en desarrollo más suele temer, por el hecho de que sus recetas de austeridad económica con frecuencia desatan desajustes sociales a quienes las aplican: el Banco Mundial (BM).

En el caso chino, empero, este “matrimonio” parece estar dando más frutos positivos que entuertos.

El BM ha devenido uno de los principales aliados de Pekín en el desarrollo de planes de mediano y largo plazo en favor de los desposeídos. Por su cuenta corren además las más actualizadas estadísticas del progreso del país asiático, cuando, por poner un ejemplo, nos recuerda que el número de pobres que en China viven con menos de 1.25 dólares diarios por día se redujo de 835 millones en 1981 a 208 millones en 2005. Otra constancia del salto cualitativo chino.

Apunta el BM, por otro lado, que no todo ha sido coser y cantar. Al analizar a calzón quitado el actual panorama del país, la entidad financiera reconoce que aún quedan bolsones de pobreza, cuya eliminación se ve dificultada en buena medida por lo inaccesible de la geografía local. Son regiones de población dispersa en áreas remotas. La mayoría de los pobres absolutos restantes son habitantes rurales, de los que casi un 80 por ciento se ubican en las provincias occidentales y centrales. Súmese a todo lo descrito que con el paso del tiempo se incrementa el costo de reducir la pobreza, sobre todo haciendo uso de enfoques convencionales, como bien nos recuerda el BM.

ANTE CADA PROBLEMA, UNA SOLUCIÓN A MANO

Para atajar esta carencia de raíz, el BM sugirió acometer un enfoque participativo que no ha tenido precedentes en China, a través del cual se promueve la participación de un gran número de aldeas remotas, vinculando a sus habitantes en la planificación participativa y la toma de decisiones, todo sobre bases de amplia flexibilidad. Como bien reconocen los expertos involucrados en esta búsqueda, allí donde no se logró provocar el interés de los principales beneficiarios, simplemente hubo que desechar los planes. De ahí la importancia de que cada proyecto parta en esencia de responder a las necesidades y exigencias de la población local. Súmese al carácter propositivo de este proyecto que el mismo tuvo entre sus prioridades promover la participación activa de las mujeres y de las personas con discapacidades, que constituyen un alto porcentaje de estas comunidades.

El enfoque insistió también en desarrollar la infraestructura rural básica, que incluye caminos rurales, suministro y conservación de agua, producción de energía y electrificación con medios propios del hábitat rural, así como la extensión de redes de telecomunicaciones.

Llegado este punto es preciso destacar el viraje definitivo que la llegada de internet ha tenido para numerosas comunidades campesinas y alejadas de los grandes centros de desarrollo económico. Gracias a las bondades de la Red de redes, hoy millones de labriegos y personas de pocos recursos mejoran sus condiciones de vida, intercambiando valiosas informaciones sobre cómo lograr cosechas mejores, conseguir aperos y semillas en sitio alejados y hasta abrir pequeños negocios de producción y servicios.

En este sentido, resulta harto elocuente la anécdota de la llegada de los avances comunicativos a unos de los empobrecidos cantones de la provincia de Guangxi, donde un campesino cuestionó a una funcionaria china encargada de implementar la red: “¿Y por qué en lugar de traernos todos estos aparatos no nos dan dinero?”, inquirió el agricultor. “Por que cuando aprendas a usarlos y conectarte a la red, verás como todos estos aparatos se convierten en dinero”, respondió la funcionaria. Al cabo de un par de años, el labriego cuestionador, y miles de sus vecinos debieron darle la razón a aquella visionaria del ciberespacio.

DEL “PLAN” A LA “DIRECTRIZ”

China dispone de una brújula muy particular cuando de definir sus derroteros como país se trata: Los planes quinquenales. Estos han sido definitivos a la hora de sacar a millones de habitantes de las garras de la miseria más abyecta. La conclusión del XII Plan Qinquenal, lo acaba de exponer con singular diafanidad, al dar respuesta a las denominadas Metas del Milenio planeadas por la ONU, y a la vez, sentar sobre rieles de garantía el avance en el cumplimiento de los objetivos propuestos de consuno por el partido gobernante y el órgano legislativo supremo, la Asamblea Popular Nacional.

Desde 1953, cuatro años después del triunfo de la revolución dirigida por el Partido Comunista en 1949, el país se ha mantenido abocado a una sucesión de hojas de ruta para su desarrollo que engarzan un lustro con otro, como reguladores del decurso socio-económico chino. Si bien en un principio estos planes casi copiaban al calco de la Unión Soviética, el cercano socio ideológico y proverbial mecenas económico de entonces, con el tiempo los mismos adquirieron sabor local. Pasaron a inspirarse en primer lugar en la realidad doméstica monda y lironda. Tanto así que desde 2006 dejaron de llamarse planes, para adquirir el calificativo de “directrices”. Con este cambio China reiteró sin ambages ante el mundo su decisión de hacer el socialismo a su modo, alejándose de los patrones que alguna vez predominaron en buena parte de la ya fenecida comunidad socialista, donde a la postre estos mecanismos de planificación quedaron totalmente abandonados. En China sobreviven estos esquemas, pero cargados de un cariz muy diferente y, sobre todo, muy adaptados a la realidad del país. Hoy son expresión plena de la llamada economía de mercado socialista. Es el modo, en definitiva, de hacer un mapa del futuro con peculiaridades chinas.

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