España no tiene remedio


TAYSA NEGRÍN



El fascismo sigue avanzando por Europa (Polonia, Austria, Chequia, Bulgaria, Dinamarca, Francia…), y la vieja España imperial y borbónica se entretiene en el patio de butacas heredado del fascismo hispano, mientras la mayoría de la población sigue hundiéndose en moscas y televisión.

El fascismo sociológico, que nunca desapareció ni recibió la pedagogía de ver encarcelados y ejecutados a los jerifaltes de la dictadura, sigue campante en la “piel de toro”, representado tanto por el viejo partido fascista casposo (PP) como por los neofascistas emergentes (C’s), así como por un amplio sector del PSOE, aún manchado de corrupción y GAL. Es la “España Una”, castellana y oligárquica, inamovible y reaccionaria.

Y cocaínomana, habría que añadir, con niveles de consumo disparatados. No hay fiesta "bien" que se precie en la que no se sirvan rayas de cocaína en bandejas de plata. A la corrupción económica se suma la corrupción personal y moral, envuelta en moralina hipócrita.

En las filas de esa España, inventada a principios del siglo XVIII por la aristocracia castellana aliada con la casa real francesa, e impuesta a fuego y sangre, se alistan la Iglesia, los medios de comunicación, la judicatura, el ejército, los sindicatos (por llamarles de algún modo) pagados por el régimen, y hasta la “izquierda” españolista y olé.

Desarmada la clase obrera, liquidado su partido histórico desde la claudicación de 1977 (culminada en 1986), llevamos cuarenta años de postfranquismo de derrota en derrota, y sin perspectiva alguna de victoria, ni final ni parcial.

Todo es espectáculo, postureo, cretinismo parlamentario, discursos, frases huecas, menudeo político. Los sectores pequeñoburgueses se revuelven, pero ni de lejos consiguen mover el leviatán oligárquico. Siglo XXI cambalache, otra vez.

¿Y esa colonia residual en la costa africana? ¿Ese archipiélago más pobre, con más paro, con menos sueldo y con más miseria que la metrópoli? Pues lo mismo, pero en peor. Y donde domina lo de Virgencita, virgencita, que sigamos siendo “europeos”, aunque nos coman los bichos. Por favor, quietos parados, que nada se mueva. Y con el carnet de identidad –español– en la boca.

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