Marruecos: La cuestión amazigh


KARIM OUB 


Una de las facetas de la protesta actual está ligada a la existencia de un movimiento cultural amazigh y a las luchas de las poblaciones autóctonas. La defensa de la cultura y de la lengua tiene también un fundamento social y se traduce en la búsqueda de una unión entre la defensa de una identidad específica discriminada y la lucha por una emancipación social y democrática.

En Alhucemas, las movilizaciones contra la “hogra” (la arbitrariedad y el desprecio), tras la muerte del joven vendedor de pescado Mohcin Fikri, debidas a la intervención de las autoridades locales, tienen relación con la situación particular del Rif y la memoria colectiva de la población.

El Rif es la epopeya de Abdelkrim Al Khattabi que fundó una República (1917-1926) en su lucha guerrillera anticolonial y demostró toda su vida una desconfianza respecto al majzén; son los miles de muertos en 1958, tras un levantamiento popular ahogado en sangre por Hassan II, entonces príncipe heredero; es el corazón de las revueltas populares contra las políticas de ajuste estructural; son los cinco jóvenes cuyos cuerpos fueron encontrados carbonizados durante el Movimiento 20 de Febrero.

Y es la persistencia de una identidad amazigh. El término amazigh significa “hombre libre”. Es reivindicados frente a los demás nombres, como “bereber”, impuestos por las diferentes colonizaciones o las élites. La movilización en Alhucemas asocia la bandera amazigh, la de la república del Rif y las consignas sociales y democráticas contra el majzén. Esta unión entre reivindicaciones sociales, democráticas y culturales remite a una historia específica.

La población autóctona amazigh ha tenido que hacer frente, durante un largo período, a las tentativas de negación de su identidad y de sus formas de organización social. Las comunidades campesinas reagrupadas en tribus (confederadas) tenían un derecho de uso colectivo sobre la tierra y los recursos naturales. Históricamente han manifestado una autonomía más o menos marcada en relación al poder central. La colonización francesa intentó una asimilación y una política de desestructuración de sus bases económicas y de su relación con la tierra, suscitando resistencias populares armadas. Pero cuando se produjo la independencia, la cuestión amazigh fue marginada.

DISCRIMINACIÓN EN NOMBRE DE LA IDENTIDAD ARABO-MUSULMANA

Para el movimiento nacional oficial, principalmente urbano, la cuestión amazigh era inexistente. Incluso Mehdi Ben Barka proclamaba tras la independencia que “el bereber es sencillamente un hombre que no ha ido a la escuela. Se trata de un problema de instrucción y de evolución social, de equipamiento intelectual y de equipamiento técnico del campo”. La identidad nacional marroquí defendida por élites urbanas ambicionaba entonces sacar al campo del “atraso cultural”. No siendo ni “lengua del poder”, ni “lengua de desarrollo”, la lengua y la cultura amazigh fueron marginadas y folklorizadas.

La monarquía puso por delante el carácter arabo-islámico de su legitimidad. Al islam oficial no le puede hacer competencia ninguna otra lengua, ni siquiera un islam popular que sea un poco diferente. La concepción homogénea de la nación marroquí, cuya unidad está materializada por la monarquía como poder indivisible sobre todo el territorio, ha acentuado la marginación política y cultural de las poblaciones amazigh.

Las políticas lingüísticas en la enseñanza y la administración, opuestas a las lenguas maternas, han contribuido a excluir socialmente a amplias categorías populares. Las políticas socio-económicas han marginado a territorios enteros, bien por motivos políticos (es el caso de un Rif considerado como una zona disidente y “castigada” por el Estado), bien porque están integrados en el “Marruecos inútil” (para el capital local e internacional), en particular en el mundo rural y en las regiones de dominante amazigh (el Souss y el Centro).

La cuestión amazigh no borra las múltiples influencias que han moldeado la realidad cultural, social y demográfica de hoy. Prácticamente no existe ya, salvo en zonas muy restringidas, etnia “pura” de pertenencia amazigh o árabe. La mayoría es arabo-amazigh. Pero esto no significa excluir la existencia de una opresión específica cristalizada por el Estado, así como la de especificidades regionales etnoculturales. Una comunidad /pueblo que no puede ni gobernar ni educarse en su lengua está discriminada.

GÉNESIS Y DESARROLLO DEL MOVIMIENTO AMAZIGH

El movimiento amazigh ha conocido varias fases. En los años 1960/70, se refugió en una defensa de las “culturas populares”, sin plantear reivindicaciones de carácter político o democrático. Los años 1980 fueron los de una gestación difícil en un contexto represivo. Solo durante el decenio siguiente, en resonancia con la cuestión de la Kabilia en la vecina Argelia, se produjo un reagrupamiento de las diferentes asociaciones sobre la base de la Carta de Agadir (1991). Ésta reivindica la constitucionalización de la lengua amazigh, su utilización y generalización en la enseñanza y la administración.

Pero esta politización solo ha ido acompañada de algún memorándum con destino a la clase política y el poder. La dirección del movimiento no buscaba la confrontación. En los años 2000, el poder llevó a cabo una política de cooptación. Las direcciones mayoritarias apoyaron la creación del Instituto Real de la Cultura Amazigh, contentándose con la introducción parcial del amazigh en ciertos cursos (en 2003) y la creación de una cadena de televisión de difusión limitada (2008).

La cooptación se ha apoyado igualmente en una crisis abierta en el seno del movimiento, que ha llevado a muchos de sus cuadros y militantes a replegarse al terreno asociativo local, financiado por organismos cercanos al poder. El movimiento ha conocido un reflujo y la cristalización de varias corrientes: etnicista-chauvinista, autonomista, institucional, democrática radical… Sin embargo, en 2011, el M20F mostró la posibilidad de un movimiento popular que integrara las reivindicaciones específicas en un combate general contra el despotismo. El reconocimiento de la legitimidad de las reivindicaciones amazigh constituía un consenso. Esta dinámica obligó al poder a reconocer a la lengua amazigh como lengua oficial aunque sin ponerla en pie de igualdad, aunque este “reconocimiento” debiera esperar a decretos de aplicación, que se han mostrado posteriormente como sin alcance real.

TAREAS Y PERSPECTIVAS

El poder puede reprimir o hacer concesiones formales, pero entonces tiene que soslayar las reivindicaciones. La lucha por la satisfacción de los derechos culturales y democráticos no puede apoyarse en el diálogo con él, ni limitarse a un reconocimiento oficial de la lengua (que necesita) una ruptura con las políticas de austeridad que asfixian a la enseñanza pública, la formación de los maestros y la posibilidad de generalizar su uso.

Pero también hay que luchar por una reforma agraria y territorial. La cultura y la lengua amazighs han sido, en efecto, sostenidas por comunidades ancladas en los lazos sociales y materiales que permitían un régimen específico de propiedad. Las tierras eran colectivas, aunque las comunidades tuvieran en sus manos solamente su uso. El dahir (decreto) de 1919 rige el “derecho de propiedad de las tribus, fracciones, duars u otros agrupamientos étnicos sobre las tierras de cultivo o de paso de las que gozan a título colectivo”. Colocadas hoy bajo la tutela del Ministro del Interior, estas tierras se extienden sobre una superficie estimada en 15 millones de hectáreas. Los amazigh están hoy particularmente afectados por la intensificación del acaparamiento de tierras agrícolas y ganaderas, que priva a las poblaciones rurales de sus recursos naturales (minas, bosques, caminos, agua) y de sus medios de subsistencia, suscitando como respuesta una dinámica de resistencia.

Las movilizaciones de Imider (1) han reactualizado las formas de organización comunitarias, asociando al conjunto de los habitantes a la dirección de la lucha. La cultura amazigh se asume aquí como un medio de lucha colectiva sobre cuestiones sociales, ecológicas y democráticas. En Alhucemas las asambleas generales se hacen en la lengua del oprimido. Si es difícil saber bajo qué forma un movimiento de masas podrá unificarse y cristalizar, hay ya una nueva generación que no se reconoce en las estructuras oficiales del movimiento amazigh. Está en juego la construcción de un movimiento combativo, independiente, unitario, laico, que sepa combinar las luchas específicas y las luchas por una emancipación global.

Ésta implica un Estado laico en el que las formas de legitimación del poder no se basen en una religión instituida. La igualdad de derechos de las lenguas y culturas no puede basarse en la sacralización de la lengua árabe como lengua del Corán. Una resolución democrática implica además una ruptura con las concepciones centralizadoras y homogéneas de la nación, a fin de garantizar la posibilidad de una autonomía nacional-cultural y de la autoadministración regional. Pero también y al mismo tiempo, implica una lucha de clases resuelta contra la clase dominante cualquiera que sea su coloración étnica, para que las clases populares conquisten el poder real y construyan una sociedad igualitaria, multicultural, liberada de toda forma de opresión y de explotación.


(*) Karim Oub es un militante amazigh y marxista revolucionario.


NOTA

(1) Imider: una lucha que comenzó en 1996 pero que tomó una nueva dimensión hace seis años, con la instalación de un campamento permanente de los habitantes de los diferentes pueblos que luchan por el derecho a los recursos, acaparados por un holding real, y contra la polución generada por la explotación de la mina.


[Traducción: Faustino Eguberri para viento sur]

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