Independencia y táctica marxista


TEODORO NELSON 


En su táctica política, los marxistas defienden todas aquellas posturas democráticas que la burguesía no ha llevado a cabo. Esto pasa, entre otras cosas, por la defensa de los derechos civiles, del desarrollo industrial, etc. “Luchan, pues, por alcanzar los intereses inmediatos de la clase obrera, pero en el movimiento actual representan al mismo tiempo el futuro del movimiento” (Marx y Engels, Manifiesto Comunista). Lo que los diferencia es que al mismo tiempo defienden las tesis del socialismo científico y revolucionario.

De este modo, por ejemplo, el Partido Comunista Alemán actuó “conjuntamente con la burguesía contra la monarquía absoluta(íbid). O en Francia se adhirieron al Partido Socialista Democrático frente a los conservadores, “sin por ello abandonar el derecho de mantener una posición crítica frente a las frases y las ilusiones provenientes de la tradición revolucionaria(íbid). Actuar de otra forma significaría caer en el sectarismo pequeñoburgués.

Así, la izquierda debe defender los derechos civiles (sufragio, libertad de reunión y manifestación, derecho de huelga...) más que la burguesía que los vino a parir, culminando incluso las tareas inacabadas que a los capitalistas les corresponden como clase, sin por ello renunciar a sus principios comunistas.

El derecho civil primigenio, el más básico, es el derecho de autodeterminación. Ciertamente, las naciones son la forma que adopta el Estado burgués, el mercado común de la burguesía. Pero es también la primera plaza que deben conquistar los trabajadores. Y como vemos, los comunistas defienden los logros democrático-burgueses que son también triunfos de las masas ¿O acaso deberíamos prohibir los derechos humanos por aparecer durante la revolución francesa?

Sin eufemismos, decimos que “por autodeterminación de las naciones se entiende su separación estatal de las colectividades de otra nación, se entiende la formación de un Estado Nacional independiente” (Lenin, El Derecho de las Naciones a la Autodeterminación). El capitalismo siempre exigió de la creación de esta forma de Estados, y es su tendencia natural, siendo que “el Estado de composición nacional heterogénea es atraso o excepción(íbid). España, con una burguesía atrasada dependiente de las finanzas extranjeras y de las finanzas del Estado, es un buen ejemplo de ello.

Fácilmente se podría argumentar la existencia de la burguesía catalana, que en su justa correspondencia sería igual de explotadora que la Española y que, por lo tanto, se debe rechazar todo movimiento de independencia, de creación de nuevos países.

A tales argumentos hay que decir:

1. Las masas trabajadoras pueden encabezar la vanguardia de un proceso de independencia, encauzándolo hacia sus intereses inmediatos y futuros.

2. Para librarse de la burguesía catalana, quizás haya que librarse primero de la oligarquía española, siendo que los procesos históricos no ocurren todos en orden, sino que se suelen entrelazar los procesos revolucionarios. De hecho, las grandes revoluciones mundiales partieron desde procesos democrático-burgueses de independencia, al igual que muchos movimientos de carácter revolucionario partieron de la defensa inmediata de derechos civiles, como los movimientos anti-apartheid o anti-racistas.

3. No posicionarse ante lo que Lenin denominó “tareas inmediatas” del pueblo es dejar en manos de la burguesía (la cual bajo el imperialismo no es ya independentista, sino meramente nacionalista, como la burguesía catalana que busca simplemente una mejor comisión) el control de la política y del Estado.

Pero atendamos a las palabras de Lenin:

Desde el punto de vista de las relaciones nacionales, el Estado nacional es el que ofrece, sin duda alguna, las condiciones más favorables para el desarrollo del capitalismo. Lo cual no quiere decir, naturalmente, que semejante Estado, erigido sobre las relaciones burguesas pueda excluir la explotación y la opresión de las naciones. Quiere decir tan sólo que los marxistas no pueden perder de vista los poderosos factores económicos que originan las tendencias a crear Estados nacionales. Quiere decir que la ‘autodeterminación de las naciones’ en el programa de los marxistas, no puede tener, desde el punto de vista histórico-económico, otra significación que la autodeterminación política, la independencia Estatal, la formación de un Estado nacional(íbid).

¡Ahí está el quid de la cuestión! El error garrafal de rechazar la independencia de un país porque bajo ese nuevo país se darían las mismas condiciones de explotación burguesa, equivale a confundir la autodeterminación política, Estatal, con la dependencia económica en cuanto a la lucha de clases. Es tan fácil de rebatir como decir: se rechaza la independencia porque bajo la burguesía catalana el pueblo estaría oprimido, hay muchos recortes sociales etc., ¡para defender la opresión conjunta de la burguesía catalana y española bajo el marco de un Estado nacional filofranquista!

Se nos dice: apoyando el derecho a la separación, apoyáis el nacionalismo burgués de las naciones oprimidas […] nosotros contestamos: no, precisamente a la burguesía es a quien le importa aquí una solución ‘práctica’ […] por cuanto la burguesía de una nación oprimida lucha contra la opresora, por tanto nosotros estamos siempre, en todos los casos y con más decisión que nadie, a favor, ya que somos los enemigos más intrépidos y consecuentes de la opresión(íbid).

Se defiende la independencia política y Estatal si tal es la voluntad del pueblo, se defiende el derecho civil más básico de todos (la soberanía) al mismo tiempo que se resalta la necesidad de acabar con ambas burguesías, con la necesidad imperiosa de nacionalizar la banca y organizar el control social de la producción humana, en vez del control de la producción sobre la sociedad misma por parte del capital. Una vez más: “luchan, pues, por alcanzar los intereses inmediatos de la clase obrera, pero en el movimiento actual representan al mismo tiempo el futuro del movimiento” (Marx y Engels, Manifiesto Comunista). Cabría destacar que en Cataluña, es al final el pueblo el que es doblemente oprimido, más allá de las pugnas económicas entre las dos naciones.

Rechazar un posicionamiento equivale a rechazarlos a ambos. Este dogmatismo es repetido tanto por medios de la derecha (la malvada burguesía catalana que roba al pueblo) como por la izquierda pequeñoburguesa “radical” o no, que se viste con las ínfulas del “internacionalismo”.

Lo típico de la primera época [del capitalismo] es el despertar de los movimientos nacionales y la incorporación a ellos del campesinado […] Lo típico de la segunda época es la ausencia de movimientos democrático-burgueses de masas [...] pone en el primer plano el antagonismo entre el capital fundido a escala internacional y el movimiento obrero internacional. Claro que ni la uno ni la otra época están separadas entre sí por una muralla, sino ligada por numerosos eslabones de transición […] No puede ni hablarse de que los marxistas de un país determinado procedan a elaborar el programa nacional sin tener en cuenta todas las condiciones generales y Estatales concretas(Lenin, Op. Cit.).

Así pues, es nuestro deber plantearnos las particularidades históricas de España bajo el ala del imperialismo norteamericano. Baste decir que desde el desarrollismo de los años 60, e incluso mucho antes, la burguesía española creció bajo el amparo de las finanzas del Estado y del crédito y el turismo extranjero, al tiempo que los pequeños islotes de industria (Cataluña, País Vasco…) crecían hipertrofiados y a la postre, también dependientes. No hay un genuino proceso revolucionario democrático-burgués en toda su extensión. Además, bajo el franquismo las minorías nacionales se reprimieron como parte de la política del terror generalizado. E incluso se dan sorprendentes semejanzas comparativas, como el hecho de que “el desarrollo del capitalismo y el nivel general de cultura son con frecuencia más altos en la periferia ‘alógena’ que en el centro del Estado(íbid).

O sea, que el proceso de independencia abriría las puertas a una mejor situación para la lucha de clases, para enfrentar a esa “trama”, o “casta”, o “élites dirigentes” o cualquier otro eufemismo pudoroso que emplee la izquierda socialdemócrata. Puesto que abriría una brecha en el ya de por sí debilitado Estado Español, pondría en solfa y cuestionamiento el régimen existente, abriría luchas encarnizadas incluso entre las burguesías, etc. Se da la ironía de que la independencia de Cataluña podría ser más importante para las masas españolas.

Tal táctica es la que se debe seguir, y no simplemente negar la mayor sin entender la complejidad de los movimientos sociales. Lenin, siguiendo el principio estratégico de Marx y Engels, afirmaba que “La clase obrera sólo apoya a la burguesía en aras de la paz nacional […] en beneficio de la igualdad de derechos, en beneficio de la situación más favorable para la lucha de clases. Por eso, precisamente […] los proletarios propugnan una política de principios en el problema nacional, prestando a la burguesía siempre un apoyo sólo condicional(Lenin, Op. Cit.).

En el caso actual que nos ocupa, la burguesía nacional catalana no es independentista, sólo es nacionalista, es decir, sólo desea mayores garantías en el chalaneo estatal. Por su parte, la oligarquía española, atrasada e incivilizada, carece de la habilidad de los imperialistas ingleses, que son capaces de entrarle bien al juego democrático, permitiendo hacer un referéndum debido a su superioridad coyuntural al poseer los medios de comunicación mayoritarios y el poder económico, etc. La burguesía Española sólo comprende la táctica del palo.

Sumando dos y dos veremos que el Estado Español jamás permitirá un proceso de independencia, y la burguesía catalana jamás adoptará una posición revolucionaria. Así, la independencia catalana sólo podrá ser encabezada por las masas populares que, organizadas, serán las únicas capaces de enfrentarse al golpismo español.

Tal estado de cosas es, por el momento, imposible. No existe ningún partido marxista en Cataluña que tenga fuerza ni desarrollo suficiente ni que sea capaz de subordinar sus reivindicaciones nacionales “a los intereses de la lucha de clases(ídem) e “ir más allá del practicismo del ‘sí’ o el ‘no’(ídem). “Al proletariado le importa, en ambos casos, garantizar el desarrollo de su clase […] Por eso el proletariado se limita a la reivindicación negativa, por decirlo así, de reconocer el derecho a la autodeterminación, sin garantizar nada a ninguna nación ni comprometerse a darle nada a expensas de otra nación(ídem).

Aquí tenemos el verdadero posicionamiento socialista. Frente al mercadeo de naciones que impone el capitalismo, frente al imperialismo, los enemigos del nacionalismo, los trabajadores, imponen una igualdad entre las naciones sin privilegios ni deberes entre ellas. Es así como se define el internacionalismo: no como la negación de los pueblos a la autodeterminación, sino como la independencia de los pueblos para reforzar la lucha de clases a escala mundial, para ahondar en la coligación libre de las masas contra una minoría de explotadores. “Para que algo esté libremente unido, debe estar libremente separado” (Teodoro Santana).

O, reiterando una vez más en nuestra táctica, “El proletariado se opone a semejante practicismo: al reconocer la igualdad de derechos y el derecho igual a formar un Estado nacional, aprecia y coloca por encima de todo la unión de los proletarios de todas las naciones, evaluando toda reivindicación nacional y toda separación nacional con la mira puesta en la lucha de clase de los obreros(Lenin, Op. Cit.).

Vemos pues la respuesta ante el argumento de “abolir las fronteras en vez de crearlas”. ¡Para abolir las fronteras, primero debe haber naciones libres de la injerencia extranjera! Abolir los países a través de la unidad de unos sobre otros. ¿En qué se diferencia eso de la “unidad” del imperialismo, que también abogaba por abolir las viejas fronteras y crear una sola gran nación? Para “abolir las fronteras”, se defienden las fronteras españolas.

Por no hablar de aquellos que defienden la unidad de España porque estamos en Europa, “lo que hay que hacer es profundizar en la Unión Europea”. Sí, se debe defender la unión de Europa. Pero la unión de los trabajadores, no de la banca noreuropea sobre los Estados del sur. Al final, se defiende la Unión Europea, es decir, los intereses de los bancos alemanes, es decir, el nacionalismo alemán y la dependencia española.

Al tiempo, es el partido revolucionario el que defiende los intereses en conjunto de todas las masas, sin distinción nacional: “unidad de los proletarios de todas las naciones del lugar dado, con propaganda y agitación en todos los idiomas del proletariado local, con lucha conjunta de los obreros de todas las naciones contra cualesquiera privilegios nacionales, con autonomía de las organizaciones locales y regionales del Partido” (Lenin, Tesis sobre la cuestión nacional). Ese es el verdadero posicionamiento político marxista, donde es el partido el que actúa como vanguardia conjunta de los obreros de todos los países, en vez de negar el derecho de autodeterminación en nombre del “internacionalismo” afincándose así en el sectarismo nacional dominante. Desconocer esta doble táctica lleva a repetir una vez más los argumentos de la derecha.

Y de igual modo, la independencia es la liberación de dos países, no de uno. “Tomemos la posición de la nación opresora. ¿Puede acaso ser libre un pueblo que oprime a otros pueblos? No(Lenin, Op. Cit.). Para unificar a los obreros de todas las naciones, se debe propugnar la igualdad entre todas las naciones en primer lugar, y no la subordinación de unas a otras.

Evidentemente, no es cuestión de garantizar de forma genérica todas las vías de desarrollo nacional, pues depende de las circunstancias históricas, el balance geopolítico, la lucha de clases internacional, etc. “Vamos a por nuestro objetivo de clase por todas las vías posibles […] Así, por ejemplo, depende de mil factores, desconocidos de antemano, si a Ucrania le cabrá en suerte formar un Estado independiente. Y como no queremos ‘hacer conjeturas’ vanas, estamos firmemente a favor de lo que es indudable: el derecho de Ucrania a semejante Estado(Lenin, Op. Cit.).

Esta postura, que es la correcta postura internacionalista, quedó muy bien reflejada en el Congreso de Londres de 1896: “por una parte, se reconoce, sin el menor rodeo ni dejar lugar a tergiversación alguna, el pleno derecho de todas las naciones a la autodeterminación; por otra parte, se exhorta de forma no menos explícita a los obreros a la unidad internacional de su lucha de clase(íbid).

Y por si quedaba alguna duda, no más baste recordar el punto número 2 de la declaración de derechos de los pueblos de Rusia en el octubre revolucionario: “Derecho de los pueblos de Rusia a la libre autodeterminación, hasta su separación y constitución de Estados independientes” (Reed, Diez días que estremecieron al mundo).


BIBLIOGRAFÍA

Marx, K. (1998). Manifiesto comunista (Edición bilingüe Trans.). Barcelona: Crítica.

Lenin, V. I. (1984). Obras completas. Tomo 23. Marzo-septiembre de 1913. Moscú: Progreso.


Lenin, V. I. (1984). Obras completas. Tomo 25. Marzo-julio de 1914. Moscú: Progreso.

Reed, J. (2007). Diez días que estremecieron al mundo. Txalaparta.

(*) También es recomendable consultar Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, entre otros.

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