Los verdaderos motivos detrás del cibermiedo que Washington cultiva contra China


QU JUNYA 


La campaña de desprestigio de Estados Unidos contra China continúa ampliándose, fabricando las invenciones desde el mundo real hasta el virtual.

En una inusual y feroz diatriba hecha a principios de este mes en un conservador centro de pensamiento en Washington el vicepresidente de EEUU, Mike Pence, una vez más retrató a China como una amenaza para la ciberseguridad, acusando de manera infundada a Beijing de tramar ciberataques contra su país.

EEUU ha hecho estas acusaciones contra China en los últimos años, independientemente del hecho de ser un superpoder cibernético sin rival, hogar de los fundadores de Internet, especializado en la mayoría de la infraestructura y el mayor fabricante de tecnologías clave.

Más irónicamente, tiene la organización de ciberinteligencia más grande el mundo y la primera fuerza institucionalizada, a la vez que acoge el que se considera como el más fuerte bastión de hackers.

El cibercomando, que tiene nueve años, es uno de los diez Comandos de Combate Unificado del Departamento de Defensa de Estados Unidos, armado con estrategias de ciberataque y operando más de 130 equipos de cibermisiones.

Ahora, como ocurre en el mundo no virtual, el superpoderoso asume el papel de víctima en el espacio informático. Estados Unidos, un ciberdepredador que tiene un notorio récord en violar los intereses y derechos de otros países, reclama que es víctima de ciberataques lanzados por otros países.

Y tiene la piel dura para ello. Las revelaciones de Edward Snowden sobre el proyecto PRISM, que incluso apuntó contra líderes aliados de EEUU, las denuncias de WikiLeaks sobre la capacidad de la Agencia Central de Inteligencia para hackear los dispositivos inteligentes en todo el mundo y los estragos causados por el ransomware WannaCry que evidencia las herramientas de espionaje de Estados Unidos, han fallado para que Washington detenga sus trucos hipócritas.

¿Entonces, qué busca Washington? No es difícil ver que hay al menos dos motivaciones detrás de la obsesión de Estados Unidos por satanizar a China en el espacio informático.

Primero, señalando amenazas contra la ciberseguridad desde otros países, Washington intenta desviar la atención mundial de su propia capacidad informática y su historial de ataques, y más importante, elaborar excusas para la acumulación de una futuro ejército ciberespacial.

Segundo, difamando a las empresas chinas y sus productos, como los teléfonos inteligentes de Huawei y los drones DJI, Washington contribuye a aumentar la sinofobia en otros países y también a engañar e intimidarlos para que bloqueen a los competidores chinos y salvar el mercado para las compañías estadounidenses.

El ciberespacio es tremendamente complejo, cargado de nuevos cambios. Así que necesita que todas las partes sean responsables y constructivas y coordinen esfuerzos y una gobernanza unida.

China, una víctima de ataques informáticos, ha establecido una postura clara sobre la seguridad en esa área. El Gobierno de China no participa en ninguna forma de ciberengaño o secreto comercial, tampoco impulsa o apoya a otros a hacerlo. Además, está listo para trabajar con la comunidad internacional para detener los ataques de hackers y otras actividades criminales en el ciberespacio.

Cooperando contra los crímenes en la red y compartiendo información, China ha demostrado una amplia buena fe en promover el trabajo conjunto con Estados Unidos en la ciberseguridad. Por el bien de los países que comparten el ciberespacio, ahora es el momento para que Washington detenga sus falsas acusaciones y empiece a incursionar en un genuino trabajo en equipo.


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