Todos somos sospechosos. El espionaje de Estados Unidos.


MARCELO COLUSSI 


Luego de los atentados contra las Torres Gemelas en 2001, el gobierno estadounidense lanzó el Acta Patriótica. Se pusieron en marcha así: 1) las llamadas guerras preventivas, y 2) el más estricto control de su propia población. En nombre de la “defensa de la patria” se pisoteó la soberanía del mundo, se iniciaron invasiones “preventivas” a países supuestamente “focos de terroristas” (en realidad: grandes reservas de petróleo, gas, agua dulce, biodiversidad o minerales estratégicos). En lo interno se conculcaron derechos históricos de la población estadounidense, al tornar “sospechosa” a toda la población.

La humanidad completa se convirtió en “sospechosa”, iniciándose la iniciativa TIA: Total Information Awareness (“Conocimiento Total de la Información”), como parte de la Ley de Seguridad Nacional. Al hacerse público el proyecto, numerosas organizaciones de derechos humanos y defensa del ciudadano alzaron la voz en protesta ante la grosera intromisión del Estado en la privacidad de cada estadounidense. Ello trajo como consecuencia que el Congreso lo detuviera.

Pero, hacia el año 2006, filtraciones a la prensa precisaron que el software desarrollado se había desplazado a otras agencias de espionaje. En otros términos, aunque no como proyecto TIA; sus elementos fundamentales son utilizados diariamente por las agencias federales de control.

Años atrás todo esto parecía un asunto de ciencia-ficción; hoy ese panóptico universal es una realidad. Sistemas de control total de la población planetaria: 1) las empresas disponen de toda la información necesaria para afinar sus estrategias de mercadeo (¿qué le gusta a cada persona?, ¿qué ofrecerle?); 2) las agencias gubernamentales de espionaje pueden examinar todos los datos de la vida de cada ciudadano.

El hecho se concreta con otro nombre, pero con similares objetivos: ello permite a Washington mantener un espionaje total, continuo y avasallador, no sólo de las comunicaciones sino también de las transacciones financieras, registros de vuelo, declaraciones de impuestos, venta de paquetes accionarios, movimientos de tarjetas de crédito, archivos médicos de la población mundial.

Una forma de control absoluto de cada ser humano sobre la faz del planeta, que se ejerce no sólo sobre sus comunicaciones sino sobre sus características biométricas (tramado del iris, huellas dactilares, voz), lo cual permite un monumental banco de datos universales que posibilita a los agentes de inteligencia buscar y detectar por satélite a una persona en cualquier lugar del mundo, con una velocidad pasmosa.

Sintéticamente explicado, estos sistemas del que TIA fue el precursor, consisten en una combinación de tecnologías de punta en el campo de la informática (entre las que se cuenta una monumental base de datos que permite almacenar información personal de los casi 8 mil millones de habitantes actuales del planeta, incluyendo videos, fotos y parámetros biométricos de cada ingresado al programa), con la capacidad de localización por satélite, e identificación, de seres humanos a distancia mediante las características biométricas almacenadas.

Complementan la iniciativa un traductor universal, que puede convertir instantáneamente en texto una grabación de voz, capaz de intervenir conversaciones telefónicas en cualquier parte del mundo, así como un sistema para “interpretar” las relaciones entre distintos sucesos aislados o que, aparentemente no tienen conexión. Éste detecta patrones comunes en la actividad de diversas personas, grupos, empresas, movimientos financieros, viajes, compras; es decir: cualquier movimiento que se quiera investigar.

Las explosivas declaraciones que hiciera, tiempo atrás, el ex espía estadounidense Edward Snowden (¿arrepentido?) permiten ver que los programas diseñados hace algunos años, durante la administración de Bush hijo, hoy día son una realidad, sin importar qué partido gobierne en la Casa Blanca.

En ese sentido, el programa Prism es la más “brillante” creación del espionaje de Washington. Su nombre oficial es SIGAD US-984XN. Así todos, absolutamente todos, estamos controlados, vigilados, espiados (seguramente también quienes están leyendo este texto ahora). “No se puede, por conciencia, permitir al gobierno de Estados Unidos destruir la privacidad, la libertad en internet y las libertades básicas de la gente de todo el mundo con esta gigantesca máquina de vigilancia que están construyendo en secreto”, declaró Snowden en 2013.

El centro de operaciones principal para la vigilancia digital radica en el estado de Utah, cerca de la pequeña ciudad de Bluffdale, en el condado de Salt Lake. Un artículo publicado por James Bradford en el Wired Magazine en marzo de 2012 reveló que la obra, con un costo de dos mil millones de dólares, funciona como mega-almacén de información digital de la Agencia de Seguridad Nacional.

El centro cuenta con la mayor capacidad concebida para almacenar datos de vigilancia electrónica de todas partes del mundo: la unidad de capacidad para guardar esa información se mide en cientos de exabytes (cada uno equivalente a más de mil millones de gigabytes). El centro de espionaje utiliza la energía eléctrica de la pequeña ciudad vecina para mantener los servidores en millones y millones de litros de agua para conservarlos frescos.

Alrededor del perímetro de la construcción, una serie de sensores de detección de intrusos brinda la seguridad necesaria para trabajar tranquilos, apoyados por guardias armados. La NASA no lo niega; por el contrario, lo nombra Centro de Datos de la Comunidad de Seguridad Cibernética Iniciativa Nacional Integral, y afirma que ayuda a proteger las redes civiles de los ataques cibernéticos.

Sin embargo, esto no es competencia de la Agencia de Seguridad Nacional. De hecho, en su investigación Bradford afirma que el centro se utiliza para albergar una increíble cantidad de datos interceptados, tomados dentro y fuera de los Estados Unidos. En ello, las llamadas redes sociales (Facebook, Twitter) constituyen una pieza especialmente importante.

La guerra, hoy por hoy, ya no se hace solo con armas mortíferas; es, cada vez más y en forma creciente, una guerra tecnológica donde la totalidad de la población mundial pasó a ser un blanco.



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