Pandemia y bancos centrales


 
JORGE EDUARDO NAVARRETE 

 

 

La Junta de la Reserva Federal –el banco central de Estados Unidos– divulgó a finales de agosto una actualización, adoptada por unanimidad, de quizás el más importante (y, al tiempo, el menos conocido) de sus documentos rectores, la “Declaración sobre los objetivos de más largo plazo y la estrategia de política monetaria” (en lo sucesivo: la “Declaración…”). El anuncio ocurrió en vísperas del tradicional encuentro de Jackson Hole, organizado todos los años por el Banco de la Reserva Federal de Kansas, que se ha convertido en el foro informal más influyente de las autoridades monetarias de las economías de mercado avanzadas, que en esta ocasión, debido a la pandemia del Covid-19, se desarrolló a través de medios electrónicos. La importancia y oportunidad de esta actualización ha sido reconocida ampliamente y se ha subrayado la trascendencia que supone para la orientación de conjunto de la acción de los bancos centrales y del alcance de la política monetaria, como parte del esfuerzo global, aún en trance de definirse e integrarse, de una respuesta multilateral efectiva a la mayor y más extendida recesión económica mundial en un siglo.

La “Declaración…”, adoptada inicialmente en 2012, fue actualizada, en palabras de Jerome Powell, presidente de la Junta, “para reflejar mejor los beneficios de un mercado de trabajo fuerte, en especial para las comunidades de ingreso bajo o medio, y el hecho de que es posible sostener un mercado laboral robusto sin dar lugar a incrementos indeseables de los niveles de inflación”. En otras palabras, los objetivos paralelos de estabilidad de precios y empleo pleno, a menudo tratados como excluyentes, son vistos como complementarios. El fomento del máximo nivel de empleo se menciona como el primero de los mandatos principales de la Reserva Federal, seguido por la estabilidad de precios.

La “Declaración…” actualizada señala que la Reserva Federal considera que las expectativas inflacionarias a más largo plazo ya se encuentran firmemente ancladas al nivel de 2 por ciento, lo cual “fortalece la estabilidad de precios, modera las tasas de interés a largo plazo y amplía las oportunidades de fomentar el máximo empleo, frente a perturbaciones económicas significativas” (como las derivadas de la pandemia y de las medidas adoptadas para controlarla –podía haberse agregado–). Para consolidar el anclaje señalado de las expectativas inflacionarias, la Reserva Federal “procura una inflación promedio de 2 por ciento a lo largo del tiempo, (de modo que) tras un periodo en que la inflación se ha mantenido de manera persistente por debajo de ese 2 por ciento, una política monetaria apropiada buscaría alcanzar una inflación moderadamente superior al tan llevado y traído 2 por ciento por algún tiempo”. (Las citas de la “Declaración…” proceden de la página web de la Reserva Federal: www.federalreserve.gov).

Al apreciar la trascendencia del cambio, en una nota para el Financial Times del 27 de agosto, Martin Sandbu explica que la primacía que hasta ahora se ha atribuido al objetivo de estabilidad de precios, ha significado que la política monetaria giraba hacia la restricción mucho antes de que se materializara una presión inflacionaria. No era suficiente evitar la inflación, se procuró siempre evitar el peligro o el riesgo de inflación, con sacrificio del empleo y del crecimiento económico.

Subraya también que la nueva posición de la Reserva Federal estadunidense encierra lecciones para otros bancos centrales del mundo, tanto los que tienen a la estabilidad de precios como objetivo único o esencial –por ejemplo, “El objetivo prioritario del Banco de México es mantener una inflación baja y estable” se proclama al inicio de su página web– como para los que apuntan a un objetivo dual o múltiple –como la propia Reserva Federal, que tiene como propósito primoridial procurar “empleo máximo, precios estables y tasas de interés de largo plazo moderadas”–. En la Unión Europea, el Banco Central Europeo y los bancos centrales nacionales integran el Eurosistema, que “tiene como objetivo principal mantener la estabilidad de precios y salvaguardar el valor del euro”.

En numerosas instancias, explica Sandbu, el BCE ha interpretado su mandato múltiple con excesiva estrechez. Un ejemplo egregio se halla en la primacía que otorgó al objetivo de consolidación fiscal “en detrimento de otros objetivos consagrados en los tratados de la Unión, como la protección social, la cohesión y el pleno empleo”.

La “Declaración…” no incluye referencia explícita alguna a las enormes dificultades por las que actualmente atraviesa la economía mundial. Quizá se deseó evitar cualquier impresión de inmediatez o de reacción acabada ante un conjunto de calamidades cuya dimensión, alcance y consecuencias aún no se conocen. 

 

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