Nguyen el Patriota


PEDRO BRENES


El 19 de Mayo de 1890 nació en la aldea vietnamita de Kim Lieu el indomable revolucionario, comunista e internacionalista que sería conocido por el seudónimo de Nguyen Ai Quoc (el que ama a su país) y más tarde como Ho Chi Minh, dirigente de la gloriosa insurrección popular anticolonialista y de la revolución socialista de Vietnam.

Como joven inmigrante llegado de la entonces colonia francesa de Indochina, y siendo miembro del Partido Socialista Francés, centró su actividad política en la defensa de la liberación nacional de todos los pueblos oprimidos por el imperialismo europeo.

Seducido por las teorías leninistas sobre la aparición de la fase imperialista de desarrollo del capitalismo y el consiguiente auge de las luchas anticolonialistas, en 1920 se sumó sin reservas a la Tercera Internacional leninista, integrado en la fracción comunista de Cachin y Frossard.

Muchos años después, el propio Ho Chi Minh relató los motivos que le impulsaron a integrarse en la III Internacional:

Lo que yo ardía en deseos de saber -y precisamente de lo que no se discutía en el seno de aquellas reuniones- era: ¿Cuál era la Internacional que apoyaba a los pueblos oprimidos?

En una de las reuniones planteé esta cuestión, para mí la más importante, y unos camaradas me respondieron: la Tercera Internacional y no la Segunda. Y un camarada me dió a leer las Tesis de Lenin sobre el problema de las nacionalidades y de los pueblos coloniales, publicadas en L’Humanité.

En estas tesis había términos políticos difíciles de comprender. Sin embargo, tras leerlas y releerlas varias veces, conseguí comprender lo esencial. Las Tesis de Lenin provocaron en mí una gran emoción, un gran entusiasmo, una gran fe, y me ayudaron a ver los problemas con claridad. Fue tan grande mi alegría que lloré. Solo en mi habitación, exclamé como si me encontrara ante una inmensa multitud: ¡Queridos compatriotas, oprimidos y miserables! ¡Ésto es lo que necesitamos, éste es el camino de nuestra liberación!

A partir de entonces deposité toda mi confianza en Lenin, en la Tercera Internacional.

Antes, yo no hacía más que escuchar, todos parecían tener razón y yo no me decidía a dársela o quitársela a éste o al otro. Pero desde que leí las tesis de Lenin, yo también me lancé a la discusión. Intervenía apasionadamente. Pese a mi insuficiente conocimiento del francés, que no me permitía expresar totalmente mis ideas, me enfrentaba con vigor a todos aquéllos que se oponían a Lenin, a la Tercera Internacional. Mi único argumento era: Camaradas, si no condenáis el colonialismo, si no ayudáis a los pueblos oprimidos, ¿qué clase de revolución es esa que pretendéis llevar a cabo?

Durante sus años de militancia en Francia pudo observar la similitud de la condición de oprimidos y explotados por la misma oligarquía imperialista de los proletarios europeos y los de las colonias, lo que le llevó a insistir en sus libros y en sus artículos sobre la necesaria solidaridad entre ellos.

Llegado a Moscú a finales de 1923, ante la muerte de Lenin (Enero de 1924) Nguyen el Patriota exclamó: “Lenin ha muerto. ¿Qué vamos a hacer? Esta es la pregunta que se hacen con angustia las grandes masas oprimidas de las colonias…

De regreso a su país, como representante de la Internacional comunista en el Extremo Oriente, se dedicó a la formación ideológica y política de una generación de patriotas vietnamitas, organizando la “Asociación de la Juventud Revolucionaria del Vietnam”, hasta que en 1929 funda el Partido Comunista de Indochina.

En 1940, ya bajo el nombre de Ho Chi Minh, se pone al frente de la insurrección armada contra el colonialismo francés en Vietnam, estableciendo la primera zona liberada en la región norteña de Bac Bo.

Hasta su muerte en 1969, lideró la épica lucha de su pueblo sucesivamente contra los imperialismos francés, japonés y norteamericano. Todos fueron derrotados, a pesar de su inmensa potencia militar, por los trabajadores vietnamitas dirigidos por el partido de Ho Chi Minh.

A pesar de que los agresores norteamericanos lanzaron sobre Vietnam más bombas que las utilizadas en todos los frentes de la Segunda Guerra Mundial y 100.000 toneladas de sustancias químicas tóxicas, causando la muerte de cinco millones de vietnamitas y terribles secuelas a tres millones de intoxicados por el “agente naranja”, no pudieron evitar sufrir la más ignominiosa derrota, rematada por la vergonzosa huída a través de la azotea de su embajada en la antigua Saigón, hoy Ciudad Ho Chi Minh, demostrando, una vez más, que la insurrección armada de todo el pueblo es invencible.

En el transcurso de toda una vida de combate contra el imperialismo y el colonialismo, Ho Chi Minh comprendió, y transmitió a su partido y a su pueblo, la idea fundamental de que la verdadera liberación nacional y la auténtica independencia de la patria sólo pueden alcanzarse fundiendo la lucha anticolonialista con el combate revolucionario hacia la nueva sociedad socialista, la abolición del Poder de la burguesía capitalista y la construcción del Estado de los trabajadores.

Expresado con sus propias palabras: “Al principio fue el patriotismo y no el comunismo lo que me impulsó a creer en Lenin y en la Tercera Internacional. Poco a poco, avanzando paso a paso, en el transcurso de la lucha y combinando el estudio teórico del marxismo-leninismo con el trabajo práctico, llegué a comprender que sólo el socialismo y el comunismo pueden liberar a los oprimidos y a los trabajadores del mundo”.


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