La cultura colonial y la perpetuación del subdesarrollo


BABAKAR SINE 


La cultura colonial participa en la destrucción de las estructuras tradicionales de selección social, al redistribuir los papeles sociales (las competencias, las funciones y las jerarquías), al desclasificar y reclasificar. La familia, el rango social, la herencia ya no deciden en forma exclusiva los destinos sociales de los individuos. Es cierto, estos destinos sociales se establecen a partir de las posiciones adquiridas antiguamente y que siguen funcionando en la lógica del sistema colonial; pero el acceso a la cultura colonial sirve también como regulador de las dinámicas internas de las clases sociales. Es mediante la cultura colonial que las nuevas clases dirigentes, por ejemplo las burguesías burocráticas, son modeladas y formadas, y su actitud fundamental se enfoca a la defensa del orden colonial. En esta óptica, la cultura colonial ejerce una función esencialmente "subdesarrollante".

En los países periféricos y dominados, la cultura colonial se convierte en la matriz en la que se forman las "élites nacionales", especialmente el personal político y tecno-burocrático. La cultura colonial, siendo por su propia naturaleza una cultura de repetición, proporciona e impone los modelos dominantes de los países dominados: modelos de consumo, culturales, ideológicos, económicos, etc. Contribuye así al subdesarrollo generalizado el país dominado, al participar en la reproducción del subdesarrollo cultural.

El papel económico nefasto de la cultura colonial rara vez es estudiado. A partir de la cultura colonial, las necesidades y las costumbres de consumo de los países subdesarrollados son provocadas, modeladas y mantenidas. Esto debido a que la cultura colonial proporciona los modelos de consumo. La lógica colonial del subdesarrollo es ordenada por el mercado, principalmente en cuanto a la salida para los productos manufacturados que provienen de las metrópolis capitalistas. La cultura colonial, modelando en todos sus aspectos los gustos y las necesidades en los países dominados, sirve a esta lógica, que reposa en una relación de mercado. En otras palabras, está al servicio de la rentabilidad comercial que rige al sistema de integración del mercado capitalista mundial y se traduce en un cierto número de hechos: destruye las costumbres de consumo de los países dominados y remodela su sensibilidad económica; crea artificialmente las necesidades, incluso las más superficiales, para responder a las exigencias del mercado mundial.

La venta de los productos manufacturados (hechos en los países desarrollados), tan necesaria para la supervivencia del capitalismo central, se realiza mediante un acto de desviación y de violación cultural, lo que caracteriza a los hechos producidos por la cultura colonial. El falso lujo, los gastos por prestigio, los artículos artificiales que deterioran el ahorro del país dominado, que contribuyen a agravar el déficit de las balanzas comerciales, no son simplemente taras irracionales. Son subproductos económicos de la cultura y son subproductos culturales de la dominación económica.

En las metrópolis capitalistas conocemos ahora el papel económico que el capitalismo hace jugar a los modelos culturales y a los medios culturales convertidos en medios publicitarios (en los medios masivos de comunicación) para servir a las exigencias del consumo [1]. La cultura colonial cumple la misma función pero en el sentido de reforzamiento del subdesarrollo. Es en este aspecto que ejerce la función superestructural del subdesarrollo. Así, la cultura colonial modela culturalmente, con el fin de integrar económicamente a los países subdesarrollados en el mercado mundial. Esta función superestructural del subdesarrollo que ejerce la cultura colonial debe ser analizada en forma más profunda.

Al proporcionar los patrones culturales que modelan la sensibilidad económica y el estilo de consumo de los países subdesarrollados, la cultura colonial impone sobre todo un modo de vida extranjero. La adopción de este modo de vida es generalmente más fuerte en los sectores y clases sociales más propicios a los valores de la cultura colonial. Este hecho influye en forma importante en el proceso de formación y en la naturaleza de las clases sociales dirigentes de la gran mayoría de los países subdesarrollados. Las burguesías burocráticas, compradoras, parasitarias aspiran a vivir según el modo de vida de las burguesías centrales, pero a veces lo hacen de forma caricaturesca. Estas burguesías carecen totalmente de la preocupación por el ahorro. Esta forma de vida cuesta muy caro a los países subdesarrollados y además, el otro lado de la medalla, es menos cómico: el despilfarro de los presupuestos, la carga de los presupuestos para el funcionamiento en detrimento de las inversiones, el desvío de los fondos públicos, la especulación y la corrupción., hechos que dan al panorama social un aspecto caricaturesco y miserable.

Esta alienación cultural del modo de vida "a la occidental" desvía a las "élites" dirigentes de todo sentido de interés general o nacional.  Se profundiza además el abismo que las separa del pueblo, el cual, en el otro extremo, sumido en la miseria, percibe de forma más aguda la injusticia social imperante.

Estos hechos subrayan la acción particular que la cultura colonial ejerce en las diversas conciencias, en los comportamientos y en las representaciones que provoca en relación con la estrategia de la dominación económica del imperialismo. En este plano, es un fenómeno importante la forma en que funcionan los comportamientos psicoculturales de los grupos sociales colonizados en relación con el sistema de dominación económica. La investigación sociológica y económica en América Latina da una gran importancia a este fenómeno. Este sistema alienante de representaciones, de esquemas, de modelos generados por la cultura colonial y que Paulo Freire llama "cultura del silencio" está en relación directa con la dominación económica.

La cultura colonial reprime a la cultura popular de las masas, las cuales son reducidas muchas veces a la pasividad y les impone su hegemonía en el nivel ideológico, social e institucional. Ahogando a la cultura popular, bloquea la iniciativa creadora de las masas; quitándoles toda posibilidad de adquirir los medios para la toma de conciencia (falta de alfabetización, carencia de enseñanza, de educación política, etcétera).

Es importante precisar que toda iniciativa de desarrollo en los países subdesarrollados es imposible si no reposa en la participación consciente y activa de las masas populares. La inyección de capitales, de técnicas de "modernización" no pueden reemplazar jamás la iniciativa creadora de los pueblos oprimidos. Estos constituyen la principal fuerza de desarrollo, íntimamente ligada a su capacidad de intervención, la que resulta directamente de sus condiciones políticas y culturales. Liberadas política y culturalmente, conscientes de su propia fuerza, las masas populares pueden intervenir entonces como factor decisivo en el proceso de desarrollo.

El desarrollo no es simplemente un proceso económico,  aunque la economía es la base, pero los aspectos de cambio sin los cuales el proceso económico se bloquea son sociopolíticos: la independencia política real que suprime la dominación colonial y la revolución social y cultural, durante la cual las masas entran en movimiento y rompen con la relaciones sociales coloniales y con el sistema de la cultura colonial. Estas acciones están íntimamente ligadas entre sí, son parte de un mismo proceso, el proceso revolucionario.

En este contexto, la revolución cultural se interpone como un compuesto esencial del proceso de desarrollo: no solamente provoca el rompimiento de las superestructuras ideológicas y culturales que bloquean, que proceden de la herencia tradicional y aquellas que proceden de la cultura colonial, sino también desarrolla en forma creadora la capacidad de intervención cultural y política de las masas. La revolución cultural no puede ignorar a la cultura nacional y popular, por el contrario, encuentra su fundamento en esa cultura nacional y popular, pero no se queda ahí, puesto que desarrolla su capacidad creadora.

Pero la dimensión fundamental de la revolución cultural no es exclusivamente "cultural", no se trata de inventar una nueva cultura, se busca liberar los recursos adormecidos en el seno de las masas populares, para que sean capaces de perseguir y controlar su propio desarrollo. Al romper con los marcos culturales coloniales, la revolución cultural abre nuevos espacios a la acción de las masas y amplía los horizontes históricos. En esta perspectiva se sitúan las revoluciones culturales en China, Viet Nam, Cuba, Guinea Bissau [2].

Es importante señalar la agudización de la función subdesarrollante de la cultura, reforzada por la acción masiva de nuevas tecnologías de comunicación (prensa, radio, televisión, cine). Como aparatos de producción colonial, éstos escapan al control de los países dominados y juegan un doble papel:

a) Reproducir los modos culturales dominantes y extravertidos que alimentan el mimetismo colonial de las burguesías dependientes, despreciando los universos culturales populares;

b) imponer los modelos de consumo al servicio de la lógica del subdesarrollo. Así, toda estrategia de desarrollo cultural pasa primero por el análisis crítico de los medios de comunicación por los cuales se transmite la cultura colonial.

En este aspecto, se trata sobre todo de precisar los límites de la confrontación dramática que se opera ante nuestros ojos entre las potentes tecnologías que utilizan los medios de comunicación y la cultura africana.

¿Cómo se comporta la cultura africana ante la prueba conflictiva a la cual se encuentra confrontada, sabiendo que la intervención de estos aparatos tecnológicos de comunicación no es culturalmente inocente y menos aún neutra?


NOTAS

[1] En el plano de la sociología de la cultura, pensamos concretamente en las teorías de Marcuse sobre los cambios de la cultura alienada en base al principio de rentabilidad económica. Véase el libro de Marcuse, Eros et Civilisation.

[2] La expresión "revolución cultural" es frecuentemente utilizada para enmascarar prácticas completamente contrarias a lo aquí expuesto, como serían las falsas "política de autenticidad" de Zaire, la "revolución cultural" en Chad, etc., que consisten únicamente en cambiar los nombres, rebautizar lugares públicos, etc. Estas son simplemente caricaturas o retoques formales menores que enmascaran apenas lo esencial: la dominación reforzada del capital colonial.


[Extracto del capítulo "Culture coloniale, superestructure du sous-développment", del libro de Babakar Sine Imperialisme et théories sociologiques du développment, París, Anthropos-Idep, 1975.]

[Traducción: Hilda Varela Berraza]

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