Sobre la ‘derrota’ de la URSS y la revolución rusa


TEODORO NELSON 


Han pasado 100 años desde la Revolución de Octubre, que culmina la inercia revolucionaria iniciada en 1905. Fue una insurrección clásica: apoyada por las masas a través de una planificación previa, llevada a cabo por fuerzas militares, desde las ciudades al campo. Trataremos de analizar a través del marxismo los acontecimientos que darían pie al fin de la URSS, décadas más tarde, sin caer en simplismos o consignas imperialistas o mediáticas. A través de diferentes epígrafes intentaremos trazar una visión general de las principales causas que dan pie al brusco cambio en la lucha de clases tras la toma efectiva del poder por los obreros.

DEBILIDAD FÍSICA DEL PROLETARIADO

Rusia era un país tremendamente atrasado, con un modo de producción dominante claramente feudal. Esto presupone que, si la burguesía era pequeña y limitada, en muchos aspectos el proletariado era aún más débil. De la población total de Rusia, en torno al 14% eran proletarios (muchos de los cuales eran jornaleros) y cerca del 70% eran campesinos. Así, la clase revolucionaria en términos socialistas era escasa.

Tras la insurrección y la guerra civil rusa, en la que participaron fuerzas extranjeras y, en el caso de la guerra civil, tropas de casi todas las grandes potencias (por lo que podría calificarse de guerra mundial o guerra mundial anti-socialista), los obreros quedaron terriblemente diezmados. Los obreros industriales formaban casi por entero la guardia roja que participó en la insurrección, y en la guerra formaban parte de las tropas más veteranas. Así, tras ambos enfrentamientos y tras años de guerra mundial, la clase obrera de Rusia así como sus componentes más revolucionarios se habían desintegrado. Además, la ruina económica, el hambre, etc., supusieron la desaparición parcial de la industria.

De esta manera, podemos ver que en 1913 había 11 millones de obreros con empleo. En 1922, esta cifra era de 4 millones. De esos 4 millones, más de un millón era “proletariado agrícola”, jornaleros. Es decir, aparte de los cientos de miles de trabajadores muertos, muchos otros regresaron a sus aldeas de origen por falta de trabajo. Otros se introducen en los crecientes aparatos del Estado (lo veremos más adelante), partido o sindicato. Pero no sólo eso. Al establecerse que un cargo público, un “político”, no podía cobrar más que el salario medio de un trabajador, muchos pequeñoburgueses y miembros de la aristocracia obrera, así como antiguos zaristas, pasaron a formar parte del “proletariado” para beneficiarse de las medidas sociales del nuevo Estado. El salario medio de un obrero era de 35 rublos al mes, mientras que el máximo de un empleado del gobierno tras la insurrección era de 500, una medida que ya aparecía el Manifiesto Comunista pero que prácticamente no se ha aplicado aún hoy día en ningún país, lo que nos muestra el alcance y profundidad de la revolución así como sus grandes logros sociales.

De esta situación de debilidad material del proletariado nos habla Lenin: “debido a la guerra, a la inmensa devastación y al desbarajuste, se ha desclasado, es decir, se ha descastado y ha dejado de existir como proletariado. […] Como quiera que la gran industria capitalista ha sido destruida, y las empresas industriales no funcionan, el proletariado ha desaparecido. A veces ha figurado formalmente, pero desligado de las raíces económicas”.

Esto supone de facto un cambio en la correlación de fuerzas, un cambio en los intereses inmediatos en las masas. Recordemos como la bolchevización en el campo había sido muy poca y la posición política del campesinado se basaba en tareas democráticas, no genuinamente socialistas. Aunque la dictadura del proletariado se sigue ejerciendo de facto, podemos afirmar que en buena medida se vuelve a la situación anterior, a la “dualidad de poderes” (donde el Gobierno Provisional de Kerenski no podía imponerse a los soviets ni estos estaban organizados para tomar el poder). Tras la guerra civil, el proletariado no tenía fuerzas para desarrollar plenamente la dictadura del proletariado. La burguesía por su parte, derrotada, desorganizada y sin poder militar, no tenía fuerzas para retomar el poder. De este modo se vuelve a una situación de impasse. Así, Lenin señala que “Todo el problema consiste en quién tomará la delantera. Si los capitalistas logran organizarse primero, nos echarán a los comunistas y ya no habrá más de que hablar”.


Estas palabras de Lenin son sumamente esclarecedoras, y nos permiten entender por qué acabará surgiendo una burguesía dentro del Estado soviético. La lucha de clases, que continuó tras el fin de la guerra, acabó por volcarse a favor de la burguesía, pues se demostraría que no se pudo “sujetar a los capitalistas con rienda”. Evidentemente, esto no se debe sólo a la debilidad física de la clase obrera, sino a los problemas que acarrearía Rusia antes y después de la revolución, como veremos a continuación. 

DEBILIDAD IDEOLÓGICA DEL PROLETARIADO

Hay que comprender que fruto del escaso desarrollo industrial apenas existía en Rusia un proletariado tecnificado o alfabetizado, lo cual supuso extraordinarios problemas a la hora de ejercer la dictadura del proletariado tanto en el Estado como en la economía (como veremos en los siguientes puntos) y que fueran los obreros lo que efectivamente controlaran la vida del Estado y las empresas. Según John Reed en su crónica de la revolución, “Es verdad que seguían a los bolcheviques las masas de obreros y soldados –la actitud de los campesinos no se había definido aún suficientemente– pero, a fin de cuentas, el partido bolchevique no contaba con muchos hombres instruidos y preparados…”

Otro punto fundamental fue la escasa penetración ideológica-científica del marxismo en las capas obreras. No sólo entre los campesinos, que apoyaban a los eseristas (Socialistas-Revolucionarios) sino incluso entre los obreros. Las ideas económicas e ideológicas profundas no penetran tanto como lo que según Lenin eran las “tareas inmediatas”, es decir, los intereses concretos (el fin de la guerra, el reparto de la tierra, el control obrero sobre la industria, etc.) más que el análisis de la plusvalía, la dialéctica o el valor. Aunque penetraron las consignas dada la posición política de los bolcheviques y su honesta defensa de la clase obrera, el socialismo científico no penetró tanto, ni siquiera en las filas del Partido. Partido que por otra parte había sido infinitamente más pequeño poco tiempo atrás: en el primer Congreso Panruso de los Soviets del 3 de junio de 1917 apenas había 105 delegados comunistas de un total de 1.090. 

Esto nos permite entender tanto la lucha de posiciones dentro del Partido (donde Lenin muchas veces se encontraba en minoría) como la tendencia a adoptar posturas economicistas, que serán las predominantes tras el abandono de la Nueva Política Económica (NEP). El economicismo surge en el seno del Partido Socialdemócrata de Alemania y era una vulgarización del marxismo que lo reducía simplemente a una teoría económica. Establecía también que el desarrollo de la producción conducía por sí mismo al socialismo, lo cual derivó en teorías reformistas en Europa y economicistas en Rusia. Obviaba la lucha de clases o la relegaba a un segundo plano. El ejemplo de esto lo podemos ver con la NEP de Lenin, el cual proponía repartir la tierra entre los campesinos dado el escaso desarrollo del sector primario, mientras otras teorías que pugnaban por estatalizar las tierras. Desde un punto de vista economicista, la propuesta de Lenin acrecentaba la propiedad privada. Pero aunque esto fuera así desde un punto de vista simplemente “económico”, tal medida reforzaba el nivel de vida de los campesinos y, por lo tanto, la alianza obrera-campesina, no suponiendo además una verdadera amenaza contra el poder obrero, como sí podía hacerlo el aparato burocrático legado por el zarismo y reforzado con la propiedad nacional de las tierras.

EL ESTADO Y LA REORGANIZACIÓN DE LA BURGUESÍA

Como hemos visto, la burguesía rusa no había llevado a cabo su propia revolución democrática debido a su debilidad. Esto legó a los obreros y a los bolcheviques un Estado feudal y, consecuentemente, con una gran burocracia desarrollada. Si bien la insurrección disolvió los órganos del Estado, todas las relaciones personales, de poder, clientelares… no se destruyeron de golpe. Además, debido a su fragilidad, la burguesía rusa siempre dependió de las finanzas del Estado, lo cual explica por qué la oligarquía financiera en el país era mucho mayor que la oligarquía industrial. De este hecho resultó que la burguesía rusa tenía unos vínculos excepcionales con el Estado, unas relaciones de dependencia e influencia mucho más estrechas. Esto será fundamental tras la instauración del poder obrero, pues según el propio Lenin “la clase de los explotadores, de los terratenientes y capitalistas, no ha desaparecido ni puede desaparecer de golpe bajo la dictadura del proletariado”.

No sólo eso, sino que la devastadora alianza del ejército blanco así como la desorganización previa de las instituciones, las huelgas de los funcionarios financiadas por Europa y la inexperiencia de un proletariado históricamente joven, resultaron en que, como explica Charles Bettelheim, “los diferentes Comisarios del Pueblo se ven abocados, prácticamente, a subordinar (o intentar hacerlo) a una buena parte del antiguo aparato administrativo”. Esto supondrá una brecha entre los dirigentes y las masas. Por otra parte, muchos antiguos capitalistas se reintegran (aunque no como capitalistas) en el Estado debido a las necesidades de la guerra y la economía, como veremos el siguiente punto.

Por supuesto, en la mayoría de la Rusia rural seguía predominando el Mir, la “comunidad rural”, los Sjod (consejos de aldea), así como muchas otras formas organizativas propias del feudalismo. Incluso los repartos de tierra se realizaron a través de estas organizaciones predemocráticas, dado el atraso del campo. En cada aldea gobernaban, a la manera más genuinamente caciquil, los propietarios ricos, los kulaks, los hijos de las mejores familias, funcionarios… La mayor parte de la Rusia geográfica estaba en manos de pequeños burócratas. No es de extrañar que Lenin afirmara en determinados momentos que la pequeña burguesía era el verdadero enemigo de la revolución en Rusia y no el “Capitalismo de Estado” implantado por su política (la NEP) que ejercía de control sobre el aparato del Estado y los viejos capitalistas. 

No nos resulta extraño entonces que en 1921 Lenin definiera al Estado soviético como “un Estado obrero con una deformación burocrática” como segunda característica, siendo la primera la alianza con el campesinado. El antiguo Estado zarista-burgués no queda destruido del todo, al tiempo que el proletario está muy débil como para crear un Estado proletario desde cero. Así, la burguesía rusa se reintegra parcialmente en el nuevo gobierno y en las instituciones, aprovechando tantos años de sangrado de la clase obrera, al tiempo que ilegalmente seguía haciendo negocio con la guerra. El crecimiento del Estado reflejaría cómo la lucha de clases se enmarcó entonces dentro de éste.

Toda esta lucha contra el burocratismo zarista también se refleja en la propia cultura, como podemos observar en el artículo de Lenin “Más vale poco y bueno”: “no podemos menos de sentir esa desconfianza y ese escepticismo por quienes hablan demasiado y con excesiva ligereza, por ejemplo, de la cultura 'proletaria': para empezar nos bastaría una verdadera cultura burguesa; para empezar podríamos prescindir de los tipos más recalcitrantes de culturas de tipo preburgués, es decir, de culturas burocrática, feudal, etc. En los problemas de cultura lo que más perjudica es tener prisa y querer abarcarlo todo. Muchos de nuestros jóvenes literatos y comunistas deberían aplicarse el cuento”. ¿No entendemos ahora mejor la persecución por parte de algunas instituciones “soviéticas” de bolcheviques intachables como Vladimir Maiakovski?

En el mismo artículo, Lenin se reitera sobre esas deficiencias “que radican en el pasado, el cual, si bien ha sido subvertido, no ha desaparecido por completo”. Habla también de los gastos excesivos “que hemos heredado de la Rusia zarista, de su burocracia capitalista”. Volvemos a ver aquí de nuevo esa lucha soterrada en el Estado entre la vieja burguesía (que hay que redefinir ahora como burguesía de Estado, con nuevos elementos de la pequeña burguesía y del funcionariado) y los “antiguos” comunistas. En definitiva, empezaba a aparecer “un aparato zarista embadurnado de rojo”, también en el ejército. En el artículo “Éxitos y dificultades del poder soviético”, Lenin expone lo siguiente: “la indignación brota aquí por sí sola. ¡¿De qué manera se puede formar un ejército socialista con ayuda de especialistas del zarismo?! Ha resultado que lo hemos formado sólo de esa manera […] no será difícil entender que sólo así podíamos formarlo”. Aquí podemos ver también el terrible impacto de la guerra civil. Y, como precognizara Lenin, los campesinos acabaron siendo supeditados al Estado, es decir, a una incipiente burguesía de Estado.

LA ECONOMÍA Y LAS TAREAS INACABADAS DE LA BURGUESÍA

La economía rusa, tras dos desgarradoras guerras y diez días de insurrección estaban, como hemos visto, devastadas. Sin embargo, serán las tareas inacabadas de la burguesía las que supongan un escalón tremendo para el nuevo poder socialista. En última instancia, éstas crearían la oportunidad y el tiempo necesario para la reorganización y reintegración de la burguesía en el poder. Estas tareas inacabadas serán aún más definitorias en el terreno de las relaciones sociales de producción. 

Así, aparte de no haber llevado a cabo la revolución en el campo, tarea concerniente a la fase burguesa de la revolución –lo cual acarreo todos los problemas que ya hemos mencionado además de muchos otros–, el poder soviético se encontró con la monumental tarea de industrializar un país sin industria, de salvar el secular peldaño entre el feudalismo y el socialismo, saltándose toda una etapa histórica. 

Evidentemente, los bolcheviques rusos (especialmente Lenin) estaban sobre aviso. Ya en las Tesis de Abril se menciona cómo no se debe proceder inmediatamente al paso al socialismo, sino al control obrero de la industria. En el artículo “La nueva política económica y las tareas de los comités de instrucción política” Lenin recalca este hecho. 

Pero el asunto iba aún más lejos. La oligarquía rusa no había centralizado la economía ni la industria. Al pasar el poder a manos de los soviets, y sin el aparato centralizador de la propiedad terrateniente y del zarismo, se dio un período de desorganización productiva, una incapacidad de facto para centralizar e impulsar rápidamente la economía. 

Es aquí cuando Lenin habla del “capitalismo de Estado”, un necesario paso atrás en el que se debía desarrollar la industria, la agricultura, etc. Es decir, donde se realizaran, previamente, las tareas inacabadas de la burguesía rusa. El paso al socialismo requiere, como explica Lenin en “Economía y política en la época de la dictadura del proletariado” y en “Sobre el impuesto en especie”, un grado alto de concentración capitalista así como un alto grado de desarrollo industrial. No se puede pasar de golpe del feudalismo al socialismo. 

De esta manera, Lenin explica que es “la pequeña burguesía más el capitalismo de economía privada unidos, de común acuerdo, los que luchan tanto contra el capitalismo de Estado como contra el socialismo”. Pongamos sobre este tema un rápido ejemplo. En palabras de Lenin “debemos concertar un acuerdo con las cooperativas burguesas y con las cooperativas proletarias. […] Sería ridículo de nuestra parte tener miedo de concertar un acuerdo con las cooperativas burguesas, pues este acuerdo las subordinará inevitablemente a nosotros”.

He aquí el quid de la cuestión; se reintegraba en las empresas a una parte de los capitalistas para que ayudaran con sus conocimientos y contactos, pero no se les reintegraba como capitalistas, como propietarios, sino como técnicos: “El poder soviético entrega a los capitalistas la ‘dirección’ no como capitalistas, sino como técnicos-especialistas u organizadores”. 

CONCLUSIONES

En definitiva, la debilidad por la guerra y la presión imperialista, la veloz precocidad del movimiento así como los diversos errores cometidos permitieron a la burguesía sobrevivir bajo nuevas formas. Podemos hablar de un asedio al joven Estado soviético, el cual no tenía fuerzas para sobreponerse. La entrada en masa de burgueses camuflados de bolcheviques, el giro ideológico, la política del director único... Permitieron que nuevas fracciones se hicieran con el poder al abandonarse la NEP, estableciendo así al Estado como organismo de administración de la producción, no como órgano de represión y control de la burguesía, la cual quedó integrada en el Estado. Muchos antiguos obreros quedaron convertidos en nuevos funcionarios, enterrados en los aparatos de unas instituciones cada vez más grandes, desapareciendo así poco a poco las formas genuinamente soviéticas, basadas en la toma de decisiones continuas por los comités y la organización de la vida pública por cada soviet, en detrimento del Estado “clásico”, centralista pero no democrático.

Sin embargo, no debemos caer en el derrotismo o en el simple defensismo. El propio Lenin ya daba cuenta de esto: “Marx sabía apreciar también el hecho de que hay momentos en la historia en que la lucha desesperada de las masas, incluso por una causa condenada al fracaso, es indispensable para los fines de la educación ulterior de estas masas y de su preparación para la lucha siguiente”.

Además, es importante señalar que muchas de las condiciones objetivas existentes que dificultaron y en última instancia impidieron el desarrollo del socialismo en Rusia, ya no existen hoy día en los países avanzados. Casi todos los obreros están alfabetizados, existen millones de obreros tecnificados (pues debido a las necesidades de la industria la mayoría de obreros tenía hasta la crisis la oportunidad de ir a la universidad) y la economía está centralizada por el capital financiero. Al estar todo controlado por un puñado de bancos, “unido”, el paso al socialismo es tremendamente más sencillo en este terreno, como ya explicara Lenin en “Sobre el impuesto en especie” y en Imperialismo: fase superior del capitalismo. Así, los medios de producción están socializados, puestos en común, aunque no lo estén, claro, la propiedad ni el reparto de capital. Aún más: la separación entre capital accionarial y consejo de administración convierte a los capitalistas en parásitos puros del sistema productivo, pues su único deber es hacer caja. Lo cual facilitaría echarlos de su posición sin cambiar poco más que el reparto de las acciones así como la plantilla del consejo de administración. 


Entendiendo la forma concreta de la lucha de clases en cada país, su desarrollo histórico, comparando las distintas revoluciones y sus formas de lucha, podremos comprender los grandes procesos sociales, la larga marcha de la humanidad. Entendiendo el pasado preparamos el futuro. Desde Canarias, larga vida a la centenaria revolución rusa y a la lucha de los pueblos oprimidos del mundo. 


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