La hipocresía de la izquierda imperialista


TEODORO SANTANA 

[Artículo publicado originalmente el 15 de diciembre de 2013]

Hubo un tiempo en que el reino de España era un imperio gigantesco, cuyas provincias se extendían por todo el planeta. Poco a poco, a lo largo de los siglos XIX y XX, el menguante Estado español fue perdiendo territorios, hasta quedar reducido a un imperialismo de segunda dentro del bloque euro-norteamericano.

Pero, tras siglos de “no ponerse el sol”, la épica imperialista quedó inyectada en vena en el subconsciente colectivo español. Ya saben: España “una, grande y libre”. Y los indígenas y sus descendientes tenemos que seguir eternamente agradecidos por habernos traído “la cultura, la lengua y la religión”.

Si semejante fantasía racista e imperialista hegemoniza las mentes de la clase dominante española, no lo hace menos en los de la izquierda de ese país, que no vive en un universo paralelo sino, por el contrario, subsiste en el mismo caldo de cultivo ideológico de la oligarquía hispana. Ya explicaba Marx que en cada sociedad la ideología dominante es la de la clase dominante.

Los asalariados, y muy especialmente los que pertenecemos no ya a una nación oprimida, sino a una colonia, debemos tomar nota de la batalla de ideas que se está dando con respecto a Catalunya y su "derecho a decidir", esto es, su derecho a la Autodeterminación.

La derecha oligárquica española, sus epígonos y sus partidos (PP, PSOE, UPyD) recurren a argumentos, digamos, brutos. Por ejemplo, que el referéndum de marras es "anticonstitucional", lo cual no viene a significar sino que la actual Constitución es antidemocrática y hay que derogarla cuanto antes. O que la independencia o no de Catalunya deben decidirla todos los españoles –con lo cual no sólo se cargan el derecho a la Autodeterminación, sino que tal argucia hubiese servido para tratar de impedir la independencia de Chile, Venezuela, Cuba o cualquier otro país con menos habitantes que la metrópoli–. Pero, sobre todo, lo que late en su argumentario es la amenaza velada sobre una comunidad autónoma carente de fuerza militar. Al fin y al cabo, es la oligarquía española la que está en posesión de los tanques –y de los aviones, por si hay que bombardear de nuevo Barcelona–.

No obstante, hay un argumento en el que coinciden plenamente la derecha imperialista y la izquierda españolista: si el pueblo catalán se independiza pasará del dominio de la oligarquía española para caer bajo el dominio de la burguesía catalana. Y claro, tan hijoputa explotadora es la una como la otra.

¡Cómo no estar de acuerdo! Pero debería alertarnos tan "benéfica" disposición de la oligarquía española para salvar a los catalanes de su propia y malvada burguesía. No otra cosa plantea la izquierda españolista: para evitar al pueblo catalán caer bajo las garras de la burguesía catalana, hacen todo lo posible para que siga en las de la española. ¡Qué posición tan humanitaria! Lástima que una posición tan "desinteresada" sea, una vez más, negar absolutamente el derecho a la Autodeterminación.

En cambio, que esperen las clases populares a un hipotético triunfo de esa izquierda con una, aún más hipotética, república federal o confederal. En la que, supuestamente, sí que habrá derecho a la Autodeterminación –salvo, claro, que el pueblo sí decida autodeterminarse, en cuyo caso se acabó lo que se daba y primará, como siempre, la "unidad de España". Aunque a veces llegue al descaro de envolverse en la bandera del "Viva Canarias Libre y Socialista" –todo sea por tratar de pescar unos votillos en las elecciones–.

Nada más emotivo que ver a la nación opresora salvando de sí misma a la nación oprimida. Y a la "izquierda" de la nación opresora alertando sobre los peligros de torcer los planes de la oligarquía imperialista. Es lo que Lenin llamaba "socialimperialismo": palabrería de izquierdas y apoyo real al nacionalismo imperialista.

"Lo vuestro es una posición pequeñoburguesa: ¡hay que poner siempre por delante la lucha de clases!", nos dicen. Entonces uno tiene que explicarles a tales "teóricos" que: a) la lucha por la independencia nacional es también una lucha de clases; b) aunque la contradicción principal es la que existe entre asalariados y capitalistas, muchas veces en la historia son otras las contradicciones que están en primer plano; c) que en esos casos –tareas democráticas, descolonización, liberación de la opresión nacional, etc.– mientras no se resuelva la contradicción que está en primer plano no se puede abordar la contradicción principal; y d) que, precisamente la firmeza y la decisión con que se aborde la contradicción en primer plano facilita estar después en las mejores condiciones para afrontar la contradicción principal.

Dicho en román paladino: la firmeza de la izquierda en la lucha por la independencia nacional le permite después tener la fuerza y la autoridad para avanzar al socialismo. Pasó en China, en Vietnam... Aún más: es un deber inexcusable de la izquierda anticapitalista participar en primera línea de la lucha por las tareas democráticas y la liberación nacional, precisamente para aislar a los elementos burgueses, vacilantes y entreguistas y para garantizar la hegemonía de la clase obrera en el proceso.

Como señalaba Lenin, “el marxismo no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución burguesa, a no participar en ella, a entregar su dirección a la burguesía, sino que le enseña, por el contrario, a participar en ella del modo más enérgico y luchar con la mayor decisión por la democracia proletaria consecuente, por llevar a su término la revolución(1).

Pero nuestra izquierda imperialista no quiere entenderlo. Prefiere ceder el campo de batalla. Quiere cosas sencillitas, sota, caballo y rey. La cuestión nacional –¡no digamos ya la descolonización de un archipiélago africano!– es mucha complicación para sus pequeñas cabezas. Y da igual lo que hayan dicho Marx o Lenin: ¡para lo que los leen o para el caso que les hacen! Eso sí, como posters quedan de fábula en el local.

"No hay que dividir a la clase obrera", afirman sesudamente, imbuidos de una "pureza" revolucionaria de manual. En 1898 estarían bramando contra la independencia de Cuba, por no "dividir" a la clase obrera. Española, por supuesto, ya que permanentemente "defienden" la autodeterminación de cualquier país, siempre y cuando no afecte a la sacrosanta "unidad de la nación española, patria común e indivisible" –ni separable– de la oligarquía.

Pero la forma de no dividir a la clase obrera es haciendo propaganda, en el seno de la clase obrera de la nación opresora, a favor del apoyo a la libre autodeterminación de la clase obrera y el pueblo de la nación oprimida. ¡Eso es internacionalismo, y no el plegarse a la "unidad" impuesta por la clase imperialista! La clase obrera es una en todo el mundo, independientemente de que estén en un Estado o en otro. La unidad internacionalista de la clase obrera no consiste en estar sometidos todos a un único Estado, señores de la izquierda españolista.

Ya los conocemos. Conocemos, por ejemplo, lo que hizo la izquierda francesa con respecto a Argelia y a Vietnam, por poner un caso cercano. Lo mismo que hace ahora la izquierda socialimperialista en el Estado español: "social" de boquilla e imperialista en la realidad. Por suerte, las decisiones sobre su futuro las toman, más temprano que tarde, los propios pueblos. Y son las crisis –incluidas las crisis sobre cuestiones nacionales– las que posibilitan los cambios revolucionarios. Salvo que se crea que estos se producen acumulando votos como laboriosas hormiguitas durante décadas. O, ya puestos, siglos.

Dicho esto, también conviene recordar a la izquierda que se enfrenta al imperialismo español que su decisión democrática no va a venir respaldada por las urnas, sino por la fuerza. Y que hay que explicarlo al pueblo, en vez de venderles humo "gandhiano" y otras mercancías buenrrollistas.

Y que, inevitablemente, cuando en el proceso por la liberación nacional la burguesía catalana vea comprometidos sus intereses frente al avance de las fuerzas anticapitalistas, antepondrá sus intereses de clase, pactará con la oligarquía española y se revolverá contra su propio pueblo. Y, por eso mismo, la clase obrera y los trabajadores catalanes deben mantener autónoma la organización de su propia fuerza en todo momento

Mientras tanto, resultan patéticos los intentos de la izquierda imperialista para disfrazar su españolismo y su alineamiento con la oligarquía española con discursos radicalísimos, como si tal desfachatez fuera a colar. Las cosas son como son, y no como a ustedes les gustaría que fueran. O sea.


(1) V.I. Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. Obras escogidas en tres tomos, Tomo I, pag. 509, Editorial Progreso, Moscú, 1975.

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