Ivan Pinheiro: el mundo, Latinoamérica y Brasil en la visión de un líder comunista


Por su interés, reproducimos la reciente entrevista realizada al amigo y camarada Ivan Pinheiro, miembro del Comité Central del Partido Comunista Brasileiro (PCB) por el portal PCB / SC, en el que analiza el escenario político internacional, el gobierno de Bolsonaro y señala los desafíos que tiene ante sí la clase trabajadora para construir una alternativa revolucionaria.

Según el camarada Pinheiro, para revertir esta correlación desfavorable de fuerzas y avanzar en la lucha, es necesario combatir las ilusiones en las soluciones institucionales, verter toda la energía militante en la concienciación, organización y movilización de los trabajadores y las clases populares y promover, en el campo de la izquierda socialista, un debate urgente para unificar y politizar la lucha común.


PCB / SC: Comencemos hablando de la coyuntura mundial. ¿Cómo has observado el conflicto entre Estados Unidos y China? ¿Existe una nueva configuración del imperialismo en el momento histórico actual?

Ivan:
El conflicto entre los Estados Unidos y China, actualmente en forma de feroces disputas geopolíticas y económicas, es la principal expresión del empeoramiento de las contradicciones interimperialistas con el fin unipolar del mundo que, desde la contrarrevolución en la Unión Soviética (1991), había garantizado a Estados Unidos la hegemonía absoluta en todos los aspectos durante aproximadamente dos décadas.

El factor más peligroso en esta feroz disputa multipolar que, grosso modo, polarizan Estados Unidos / Unión Europea y China / Rusia, es el regreso de la carrera armamentista, que puede conducir a conflictos militares masivos. Las grandes guerras siempre han sido inevitables en todo momento en la historia, marcadas por cambios en la hegemonía mundial como la que vivimos hoy, dramatizada aún más por la crisis sistémica del capitalismo.

Ese cuadro nos devuelve al tema de la paz y la guerra. Para los revolucionarios, la lucha contra las guerras imperialistas por la paz entre los pueblos, no entre las clases, vuelve a la agenda.

La crisis mundial del capitalismo agita las disputas entre los grandes monopolios sobre materias primas, tecnología, mercados, rutas y territorios y, entre los principales países y los bloques imperialistas, por la hegemonía en los campos económico, político, cultural y militar.

Sin pretender aquí alimentar ninguna ilusión de que esta multipolaridad vuelva a la ONU sea "democrática" y "progresista", y mucho menos favorezca las revoluciones socialistas, considero que su aspecto positivo es que el imperialismo norteamericano ya no puede tomar medidas unilaterales, como lo hizo en sus asaltos cobardes contra Afganistán, Irak, Libia, en alianza con las potencias europeas (OTAN), siempre precedidos por mentiras y manipulaciones para satanizar a los gobiernos locales y teniendo como objetivo vender más armas, la ocupación de territorios estratégicos, el saqueo de las riquezas naturales de los pueblos.

En su última aventura militar, Estados Unidos ya no pudo aprovechar el silencio hasta ahora cómplice y conciliador de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU. Siria debe su supervivencia como país al cambio de actitud de estas dos potencias, cuyos intereses geopolíticos estaban siendo amenazados, especialmente en Oriente Medio.

Después de haber sufrido una importante derrota política y militar en Siria, el imperialismo norteamericano vuelve ahora las armas de sus guerras híbridas contra países que no renuncian a su soberanía y tienen enormes reservas de petróleo, como Irán y Venezuela.

Es innegable que la acción de Rusia y China, cada una a su manera, ha sido decisiva para confrontar y, en algunos casos, contener el ímpetu del imperialismo norteamericano, como fue el caso de su postura retrógrada contra Corea del Norte. ¡Debemos saludar este hecho, pero sin ilusiones, porque el motor de esta acción son los intereses económicos y geopolíticos de estas dos grandes potencias, también imperialistas, y no el ejercicio del internacionalismo proletario! En este contexto, corresponde a los comunistas saber aprovechar las contradicciones interimperialistas para avanzar en el proceso revolucionario en cada país.

PCB / SC: Uno de los fenómenos que observamos como consecuencia de la crisis capitalista originada en 2007/08 es que la burguesía comenzó a apostar por alternativas dominadas por la extrema derecha para salir de sus problemas. ¿Cómo observa este proceso en el contexto internacional?

Ivan: Para contrarrestar los efectos de la crisis, que afectan negativamente la tasa de ganancia y la reproducción del capital, la burguesía está tomando medidas que afectan dramáticamente los intereses de los trabajadores y los estratos populares, como la reducción de los salarios, la destrucción de los derechos laborales, seguridad social e intereses sociales, el saqueo del presupuesto y los bienes públicos, una agenda que intensifica las contradicciones entre capital y trabajo y, en consecuencia, la lucha de clases.

Es difícil para nosotros reconocer que esta ofensiva en todo el mundo ocurre en un momento en que el reformismo prevalece sobre las fuerzas revolucionarias y la hegemonía del capital es tal que su máquina de propaganda incluso convence a parte de la clase trabajadora para aceptar el discurso de "responsabilidad fiscal" como una forma de asegurar sus trabajos actuales o futuros, aunque con menos derechos.

Para tratar de llevar a cabo estas medidas, el estado burgués debe restringir las libertades democráticas conquistadas y fortalecer su aparato represivo a fin de intimidar y contener las luchas por los derechos amenazados. Medidas y leyes represivas vienen siendo adoptadas en la mayoría de los países en diversos grados, dependiendo de las necesidades y posibilidades de sus clases dominantes, la cultura política del país y la correlación de fuerzas.

Mientras tanto, la burguesía no siempre necesita recurrir a alternativas de extrema derecha, simplemente porque ya ejerce una cómoda hegemonía política y cultural en todas las grandes poderes e instituciones, estatales y sociales, de hecho y de derecho. En la gran mayoría de los países, la mejor forma de dominación sigue siendo la vieja e ilusoria democracia burguesa, un instrumento flexible para gestionar la vigencia y el grado de las llamadas libertades democráticas y cuya arma principal son las elecciones periódicas, que le otorgan legitimidad y legalidad.

Me arriesgo a decir que los gobiernos de extrema derecha más notorios no eran las opciones prioritarias de los sectores hegemónicos de las respectivas clases dominantes. Vencieron en el margen de error de cada elección. En Italia, Polonia y Hungría, ejemplos más visibles, lo que pesó más en la elección de candidatos de extrema derecha fue el discurso contra los inmigrantes, impulsado por el nacionalismo xenófobo. El mismo factor ha resultado en un crecimiento de ultraderecha en las recientes elecciones al Parlamento Europeo. En Brasil, Bolsonaro recibió el apoyo del capital solo después de que quedó claro que ninguno de sus candidatos más confiables (Alckmin, Meirelles, Amoedo) pasaría a la segunda vuelta, porque el objetivo, debido a la crisis, era descartar la conciliación de clases del Partido del Trabajo (PT).

PCB / SC: En América Latina, los gobiernos de derecha y de extrema derecha han ganado fuerza en los últimos años. Sin embargo, Venezuela ha logrado mantener la llamada Revolución Bolivariana resistiendo la ofensiva de un fuerte ataque extranjero liderado por Estados Unidos. ¿Cómo analizas este escenario?

Iván:
América Latina, considerada el patio trasero del imperialismo norteamericano, en el cual, con la gloriosa excepción de la Cuba socialista, Estados Unidos ha sofocado todas las aspiraciones y posibilidades de soberanía y progreso social, hoy se está convirtiendo en un factor importante en la escena mundial y una de las escenarios de las disputas interimperialistas. El resultado de la ofensiva de Estados Unidos contra Venezuela tendrá un gran impacto en la correlación de fuerzas en todo el mundo y, especialmente, en América Latina. Por lo tanto, cualesquiera que sean los reparos que podamos hacer al curso actual del proceso bolivariano, nuestra solidaridad no puede faltar al pueblo venezolano, especialmente a sus organizaciones revolucionarias.

Muchas razones llevan a Estados Unidos a no renunciar a su intento de derrocar al gobierno del PSUV, ahora encabezado por Maduro, y entregarlo a los sectores de la oligarquía venezolana a los que sirven. Lo han intentado desde 2002, cuando secuestraron a Hugo Chávez y lo llevaron a una base militar y las masas salieron a las calles exigiendo su liberación y su regreso al gobierno. Nunca dejaron de conspirar, de provocar acciones violentas, de satanizar el proceso y sus líderes y, sobre todo, de boicotear la economía venezolana de todas las formas posibles, para volver al pueblo y a la opinión pública mundial contra el gobierno. Pero ahora la inestabilidad ha empeorado y estamos en vísperas de un resultado. En este sentido, debemos denunciar los intentos de golpe de estado del imperialismo norteamericano y las clases dominantes venezolanas para derrocar al gobierno Maduro.

Además de ser el escenario de los cambios más avanzados social y políticamente en la región, el país tiene una de las mayores reservas de petróleo (próxima al territorio norteamericano), es una referencia para los pueblos latinoamericanos, desarrolla intensamente relaciones bilaterales de colaboración con Cuba y, además, es la principal puerta de entrada de capitales rusos y chinos en América Latina.

Como dijimos anteriormente, no podemos subestimar el apoyo que ha recibido la Venezuela bolivariana de Rusia y China, sin el cual el Consejo de Seguridad de la ONU ya habría autorizado la intervención militar de Estados Unidos, con el respaldo de países sudamericanos gobernados por la derecha, que componen el llamado Grupo de Lima. Pero no se puede confiar ciegamente en potencias extranjeras, cuyos intereses estratégicos pueden llevarlos a mover sus piezas en el tablero global.

Tampoco podemos subestimar el apoyo decisivo hasta ahora de las Fuerzas Armadas venezolanas, pero sin dejar de tener en cuenta la posibilidad de un agravamiento de la crisis económica y social, que haga al país sea ingobernable, para llevarlo por otros caminos, incluido el propio.

Las fuerzas revolucionarias venezolanas exigen correctamente que el socialismo deje de ser simplemente una fuente de discursos y promesas y comience a construirse de hecho, con la formación de un frente revolucionario y la adopción de medidas como la nacionalización urgente del sistema financiero y los monopolios privados, y la industrialización del país, bajo control de los trabajadores, para garantizar la sustitución de importaciones y poner fin a la dependencia exclusiva del petróleo, lo que genera el rentismo parasitario de la burguesía, incluida su parcela incrustada en el gobierno, principal factor de contención de nuevos avances y de prácticas de corrupción, inherentes al sistema capitalista, aún vigente en el país. Solo es posible enfrentar la grave crisis (agravada por el imperialismo y las oligarquías locales), con medidas socializantes y no con el paternalismo y las políticas compensatorias que han prevalecido.

Definitivamente, el factor decisivo será la capacidad del proceso de cambio para radicalizarse hacia la revolución socialista y la toma del poder del estado burgués.

Víctima de una guerra económica que provoca desabastecimiento, disminución de la calidad de los servicios públicos y una inflación galopante, y habiendo sufrido este apagones eléctricos tentativas de golpe –"ayuda humanitaria" en las fronteras con Brasil y Colombia y "sublevación militar" en Altamira– y en medio de una correlación de fuerzas en América Latina altamente desfavorable, el bolivarianismo aún sobrevive porque los trabajadores y las capas populares valoran las conquistas reales que tienen, sobre todo en las áreas de salud, vivienda y educación. Pero en este momento complejo y decisivo, el apoyo popular solo estará garantizado con la radicalización del proceso.

Si no se supera la crisis política, social y económica, no podemos subestimar la posibilidad de una reacción política en Venezuela, ya sea a través de un golpe de derechas más fuerte o de la conciliación en torno a un pacto de "unión nacional" con la oposición, como sugieren los diálogos mediados por Noruega, pero que también pueden verse rotos por la oposición que han generado en los sectores más radicalizados de ambos lados, a saber, la izquierda de Maduro y la derecha del fantoche yanqui Guaidó, lo que pondría fin a la tregua tácita e inestable a la que asistimos hoy.

No se puede descartar tampoco la posibilidad de una insurrección o incluso una guerra civil, dado que hay sectores organizados y armados tanto en las clases dominadas como en las dominantes. Sean cuales sean sean los acontecimientos de la crisis venezolana, el legado clave del chavismo desempeñará un papel importante: la concienciación del proletariado y la gran red de organizaciones de masas, colectivos, brigadas y comunas, algunas creadas de arriba hacia abajo y otras de forma independiente. A partir de las bases.

A pesar de todo, la heroica supervivencia del proceso de cambios en la Venezuela bolivariana –a despecho de sus límites– es una referencia importante para reflexionar sobre los motivos de las recientes derrotas de los gobiernos calificados de progresistas en nuestro continente, algunos en procesos electorales y otros por diversas formas de golpes, todos precisamente por no haber promovido los cambios que habían prometido.

En la Venezuela bolivariana no se trata solo de gobiernos "progresistas", como los que administran el capitalismo prometiendo humanizarlo y que caen porque esa es una tarea imposible. Se trata de un proceso de cambios radicalizado, con un marcado sesgo antiimperialista, que ha resultado en conquistas reales a favor de las capas populares, en el fin del monopolio burgués de los medios, en el avance de la concienciación y la organización de las masas.

PCB / SC: Hablemos entonces un poco más sobre el aparente agotamiento del ciclo de los llamados gobiernos "progresistas" en América Latina.

Ivan:
Además de Brasil, que merece una reflexión específica, en otros dos países de nuestro continente los gobiernos progresistas fueron derrocados por golpes de estado: Honduras (2009) y Paraguay (2012). En ambas ocasiones he estado personalmente en una misión de solidaridad en nombre del PCB.

Como en todos los golpes de estado en América Latina, el imperialismo norteamericano jugó un papel clave en estos episodios, en alianza con las oligarquías locales. En Honduras, esta presencia fue a las claras. Manuel Zelaya, un burgués progresista y nacionalista que se había acercado a Hugo Chávez y al ALBA, fue retirado por la fuerza de la sede del gobierno por los militares y llevado a una base de EEUU en territorio hondureño. La resistencia popular fue masiva y aguerrida, pero finalmente fue derrotada por la represión violenta y, no debemos dejar de señalar, por la falta de una vanguardia revolucionaria que condujera la lucha más allá del espontaneísmo. Por las mismas razones, una posible insurrección popular ha sido derrotada en Honduras recientemente.

En Paraguay, el golpe parlamentario que derrocó a Fernando Lugo fue rápido y sin mucha resistencia. A pesar de que su gobierno ha generado grandes movilizaciones populares y un inédito frente político y social de izquierdas, el propio Presidente, humanista y pacifista, que fuera obispo de la Iglesia Católica, acató públicamente la decisión del Senado por su destitución, en un proceso que fue tramitado a toque de corneta en menos de una semana.

En otros países, gobiernos considerados progresistas asumían y caían en elecciones –me atrevo aquí a levantar una hipótesis– muchos de ellos pueden regresar al gobierno por la misma vía, probablemente menos progresista, pagando precios más altos en términos de alianzas con sectores de la burguesía para tratar de garantizar la gobernabilidad institucional, incluso pudiendo aplicar ciertas políticas de "austeridad fiscal", de manera menos rápida y profunda en comparación con los gobiernos de derecha.

Ocurre que, en el marco de la crisis sistémica del capitalismo, viene consolidándose en muchos países una bipolaridad política entre las fuerzas que administran el capital. En un momento en que las caracterizaciones políticas deben relativizarse, podemos usar un amplio menú para clasificar esta bipolaridad en cada país, como centro izquierda, socialdemócratas, reformistas o progresistas de derecha, centro derecha, neoliberales o conservadores. Es cierto que las diferencias entre estos polos están disminuyendo. A veces cambian los nombres de los candidatos e incluso los de partidos o frentes. Pero no cambian el hecho de que son dos alternativas que caben perfectamente dentro de los límites de la democracia burguesa y el capitalismo y que tienden a relevarse en la llamada "alternancia de poder", que prefiero llamar alternancia de gobierno, ya que a través de las elecciones nunca está en juego el poder del estado burgués.

Esa alternancia se da porque, en general, el gobierno de turno es derrotado en las elecciones siguientes porque no ha cumplido sus promesas de campaña de superar el desempleo, la pobreza, la inseguridad y los pésimos servicios públicos.

En Chile, la alternancia también se ha dado de forma monótona, con los mismos personajes y partidos, en cuatro elecciones consecutivas: Bachelet (2006), Piñera (2010), Bachelet (2014) y Piñera (2018). Michelle Bachelet es un buen ejemplo de otro fenómeno: la degeneración ideológica y la cooptación en el sistema que genera el ejercicio de la administración del capitalismo. Después de dos períodos como presidenta, el segundo menos progresista que el primero, se convirtió en Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y acaba de publicar un informe mentiroso y parcial sobre la situación en Venezuela, prestando un servicio relevante al imperialismo norteamericano.

En Argentina, el relevo debe darse en las elecciones ahora en octubre. Cristina Kirchner despuntaba como favorita en todas las encuestas. Sin embargo, satanizada como radical progresista, decidió formar un equipo que sugiere moderación, en el que ella viene como vice de Alberto Fernández (bien aceptado por el "mercado"), en el llamado Frente de Todos. Por lo que todo indica, el ultraliberal Macri podría ser derrotado porque no ocurrió el "milagro económico" que había prometido. En este caso, el próximo gobierno argentino tiende a ser más pragmático y menos progresista que los de los Kirchner (Néstor y Cristina).

En Ecuador, la alternancia se dio de manera sorprendentemente. Rafael Correa, en su primer mandato como Presidente (2007/2012), convocó una Constituyente soberana, promovió algunos cambios y desafió al imperialismo norteamericano, expulsándolo de la base militar de Manta, la más grande de América Latina. Después de un segundo mandato (2012/2017) en el que no continuó los cambios ni preparó un sucesor progresista, y sin poder legalmente presentarse a una segunda reelección, Correa se vio obligado a apoyar la candidatura de Lenin Moreno, que había sido su Vicepresidente, en una alianza con sectores burgueses. Después de ser elegido y jurado en 2018, Lenin (¡qué ironía!) devolvió la base de Manta a EEUU, se unió a los gobiernos de derecha de la región contra la Venezuela bolivariana y actualmente se une a una campaña de criminalización de Rafael Correa para que éste, como Lula, no pueda ser candidato en las próximas elecciones. ¡Cualquier parecido con Michel Temer, que fue vice de Dilma Rousseff, no es casualidad!

En razón del desgaste y la acomodación política causadas por los límites de la administración del capitalismo, incluso dos gobiernos progresistas longevos, Uruguay (desde 2005) y Bolivia (desde 2006), están lidiando con las elecciones más difíciles que se celebrarán este año.. Ambos ya buscan parecer más moderados. En el caso de Uruguay, el ex presidente Pepe Mujica y el nuevo candidato del Frente Amplio progresista (Daniel Martínez) han estado declarando públicamente que el gobierno de Maduro es una dictadura. En el caso de Bolivia, que avanzó positivamente en muchos cambios políticos y sociales y ha resistido a la gente en las calles con varias intentonas golpistas, Evo Morales ha adoptado actitudes regresivas, como honrar personalmente la toma de posesión de Bolsonaro, aceptar la reducción en el precio del gas que Bolivia vende a Brasil y negar el asilo político de Cesare Battisti, lo que obviamente dio como resultado su entrega a la policía brasileña y su extradición a Italia, donde está cumpliendo cadena perpetua.

En México, la elección del progresista López Obrador refuerza esta tesis de alternancia de gobierno. Este fenómeno va más allá de las fronteras de América Latina. Para quedarnos en los países de los que tenemos más información, este relevo bipolar de la administración del capitalismo se ha llevado a cabo en Francia, España, Portugal, Italia y Grecia, donde el socialdemócrata Syriza acaba de ser derrotado por el centro-derecha, después de haber desplegado las políticas de austeridad fiscal dictadas por la Troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea).

Es evidente que la izquierda revolucionaria no prefiere un gobierno de derecha, en la lógica de "cuanto peor, mejor", suponiendo que "acentúa las contradicciones y allana el camino para la revolución socialista". En cualquier circunstancia, lo que puede conducir a la revolución socialista es la conciencia, la organización y la capacidad de lucha del proletariado y la presencia de una consistente vanguardia revolucionaria.

Por otro lado, aunque no sea una prioridad, no debemos subestimar los procesos electorales, momentos importantes para hacer trabajo político e ideológico con los trabajadores, presentar nuestras propuestas, tácticas y estratégicas, denunciar la explotación capitalista y el juego amañado de la democracia burguesa, objetivos que recomiendan nuestra participación con identidad propia, incluso en coalición con otras fuerzas. Si las circunstancias nos llevan a apoyar a un candidato que signifique un "mal menor", ¡no podemos evitar decirles a los trabajadores, en todas las letras, que es el "menos ruín"!

PCB / SC: No habló de Colombia. ¿Cómo ve la situación allí después del acuerdo de paz firmado por las FARC-EP?

Ivan:
Pues sí, camaradas. Estábamos tratando de la alternancia de gobierno, que en la historia de Colombia solo ha ocurrido hasta hoy entre facciones de la oligarquía, entre la derecha y la ultraderecha.

Incluso para quién acompaño relativamente de cerca los Diálogos de La Habana, es difícil entender y hacer un juicio de valor sobre la abrupta decisión de las FARC-EP de aceptar el requisito de entrega previa de armas para firmar el "acuerdo de paz". Esta alternativa nunca se aventuró en toda la historia invicta de este partido comunista en armas. Una hipótesis que puede justificar esta decisión es que existía un riesgo inminente de derrota militar debido a un cierto desequilibrio que estaba causando el uso de nuevas tecnologías (misiles "inteligentes", drones, chips, etc.) por parte de un poderoso aparato militar, entrenado y armado por el imperialismo norteamericano, que dispone de nueve bases en el país. Ahora miembro asociado de la OTAN, Colombia es una cabeza de puente de EEUU, ubicada estratégicamente entre las Américas del Sur y Central y frente al Caribe, una especie de Israel en nuestro continente.

La disidencia que se cristaliza entre los ex comandantes guerrilleros, y que se va haciendo pública, ciertamente en algún momento arrojará luz sobre las circunstancias políticas en las que se tomó esa decisión, que sorprendió a todos, incluidas las fuerzas políticas solidarias. Existe también la posibilidad de que algunas ideas reformistas y socialdemócratas que influyen en la izquierda mundial, incluso en parte del movimiento comunista, es decir, las ilusiones electorales e institucionales.

Independientemente de las razones que llevaron a este resultado, creo que esta fue la peor derrota que hemos tenido en América Latina en los últimos tiempos. A diferencia de las derrotas electorales, que siempre pueden ser revertidas, esta es una derrota política e ideológica de gran alcance más allá de Colombia. Una de las consecuencias ha sido dejar desguarnecida la extensa frontera entre Colombia y Venezuela, donde era muy fuerte la presencia militar de las FARC, lo que puede facilitar la infiltración de paramilitares o soldados regulares colombianos, una de las alternativas de EEUU contra la Venezuela bolivariana.

Algunos de los antiguos comandantes han hablado públicamente de manera autocrítica. Iván Márquez calificó recientemente de inocencia política la forma de rendición de armas y la desmovilización, mientras que Jésus Santrich, víctima de una farsa judicial con tentativa de extradición a EEUU, viene denunciado el exterminio de ex guerrilleros y activistas sociales, habiendo asesorado públicamente al ELN (Ejército de Liberación Nacional) para no entregar sus armas en el marco de las negociaciones que mantiene con el gobierno colombiano, actualmente suspendido por éste. Encontrándose en la mira del estado colombiano, corriendo riesgo inminente su vida, hay noticias de que ambos se encuentran huídos.

Es preciso dejar claro que la crítica aquí no es que las FARC-EP deberían mantener la misma forma de lucha armada hasta la victoria final, a la que nunca llegarían por esta única vía, o sea, si no contasen con un amplio y combativo movimiento de masas y una vanguardia revolucionaria en las grandes ciudades y entre el campesinado. Fue correcto componer la mesa de diálogo con el gobierno, en busca de una "solución política del conflicto", en el concepto de insurgencia, que siempre evitó la expresión "acuerdo de paz" (utilizado por el gobierno), ya que no hay paz en lucha de clases, cuanto más en un estado terrorista como el colombiano. Fue correcto buscar una solución al conflicto que a lo largo de su historia de más de 50 años se ha cobrado la vida sólo de los hijos del proletariado en ambos lados en armas. Durante los diálogos en La Habana, hubo un extraordinario crecimiento del movimiento de masas, ya que las FARC-EP se habían transformado en portavoces de las reclamaciones populares, muchas de ellas incluidas en el documento firmado entre las partes, pero en su mayoría tornadas en letra muerta.

El acuerdo, y especialmente la forma de desmovilización de la insurgencia, dejaron espacio para que el gobierno incumpliera e imposibilitara la implementación de los principales puntos acordados, lo que causó desilusión y descrédito en el pueblo colombiano y el consiguiente reflujo del movimiento de masas. Se trató de una celada, una paz de cementerios. En lugar de la idealizada conciliación nacional, asistimos hoy al recrudecimiento del terrorismo de estado. Desde la desmovilización, han sido asesinados cientos de militantes sociales y más de 140 ex guerrilleros, mientras que el Estado se lava las manos atribuyendo los crímenes al paramilitarismo.

No sirvió de ejemplo el comportamiento histórico de la oligarquía colombiana, que incumplió todos los compromisos asumidos con diversas guerrillas, inclusive con las propias FARC que, después de un acuerdo con el gobierno de Belisario Bitencourt, se desmovilizó parcialmente y en 1985, junto con el Partido Comunista Colombiano, crearon un partido legal, la Unión Patriótica. Después de las elecciones de 1986, en las que la UP tuvo un buen resultado, eligiendo 5 senadores y 14 diputados, así como a alcaldes y concejales, comenzó un exterminio atribuido a grupos paramilitares, que resultó en el asesinato de 4.000 militantes, episodio que la oligarquía bautizó cínicamente como El Baile Rojo.

PCB / SC: ¿Y sobre Cuba? ¿Cómo va enfrentando las sanciones y amenazas del gobierno de Trump? ¿Cuál es la importancia de la isla en la actualidad?

Ivan:
La Revolución Cubana continúa siendo un gran ejemplo para todos los pueblos del mundo. Cuba es el único país en el que me siento personalmente seguro de que mantiene una experiencia de construcción del socialismo.

A pesar de 60 años de un bloqueo cruel e inhumano llevado a cabo por la potencia más grande del mundo, a pocos kilómetros de su territorio, Cuba sigue siendo soberana. A pesar del fin de la Unión Soviética, que siempre le dio soporte político, económico y militar, el socialismo sobrevivió en Cuba, con mucho sacrificio, en el llamado período especial que siguió, en un momento en que el fin del socialismo en el país se estimaba en días, meses o algunos años. A pesar de las dificultades de construir el socialismo prácticamente en un solo país, una pequeña isla, Cuba sigue siendo revolucionaria, internacionalista y antiimperialista.

Pero no podemos dejar de reconocer y comprender que la Revolución Cubana, debido a todas estas dificultades, especialmente las económicas, no encontró otra alternativa que la adopción de algunos cambios que han estado dando cabida a la iniciativa privada, a fin de mantener algunos de los principios más importantes de Revolución: las garantías de trabajo y gratuidad en todos los niveles educativos y en todos los servicios de salud. Una solución encontrada fue un plan para despedir voluntariamente a funcionarios públicos en áreas superpobladas a cambio del derecho a emprender alguna actividad generadora de ingresos de su trabajo y el de sus familias, en un sistema conocido como cuentapropismo.

Entre tanto, en busca de más valor (y confirmando la ley ineludible de la acumulación capitalista), algunas de esos emprendimientos, sobre todo en la diversificada e importante área del turismo, se desarrollaron y comenzaron a utilizar mano de obra informal de terceros. Este tema fue objeto de amplio debate en el reciente proceso de revisión de la Constitución cubana, que involucró prácticamente a toda la población. El anteproyecto que resultó de esta consulta fue sometido a un referéndum nacional, siendo aprobado por el 87% de los cubanos, con una participación del 90%. Entre los principales cambios constitucionales están medidas para contener la expansión del sector privado en la economía, con reglas rígidas para frenar la explotación de la mano de obra, el aumento de los precios de los productos de consumo popular, la evasión de impuestos, además de varios ajustes y correcciones de rumbo para resolver los principales problemas del país, dentro de un contexto de reafirmación de la construcción del socialismo.

Ya con relación a las maniobras, provocaciones y agresiones del imperialismo norteamericano, que nunca dio tregua en los 60 años de la Revolución Socialista– la actual crisis en Venezuela suscitó una nueva ola de amenazas y sanciones específicas contra Cuba, aunque en realidad tienen el propósito de intentar "matar dos pájaros de un tiro", es decir, alcanzar y tratar de fragilizar a estos dos países que no se someten a sus objetivos, procurando debilitar una relación bilateral que beneficia a los dos pueblos. Con este fin, el gobierno de Trump miente descaradamente para endurecer el asedio económico contra la isla, afirmando que hay tropas cubanas en Venezuela.

Basándose en la infame Ley Helms-Burton de 1996 (administración Clinton), la ofensiva actual ataca precisamente las dos necesidades fundamentales para resolver los problemas económicos cubanos: las inversiones extranjeras y el sector del turismo, sus principales fuentes de ingresos en divisas y de empleo y generación de ingresos. Para evitar las inversiones, utilizando su arbitrario poder extraterritorial, el gobierno de EEUU decidió imponer sanciones a las empresas que han tenido una relación comercial en propiedades nacionalizados desde hace décadas por la Revolución Cubana, y para frenar el creciente flujo de turistas extranjeros a la isla caribeña (4 millones en 2018), y estableció fuertes restricciones a los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba.

Pero la Revolución Cubana tiene como una de sus principales marcas la superación de obstáculos, que no han sido pocos ni fáciles de superar. ¡Nunca se rindió! ¡Y una vez más ganará!

Debido a esta historia de resistencia invicta, la mística revolucionaria de Fidel, Ché, Camilo Cienfuegos y sus camaradas de la Sierra Maestra, de su determinación de crear una sociedad sin opresores ni oprimidos, por ser actualmente el único país, pueblo y gobierno en el mundo que practica el internacionalismo proletario, nunca le ha faltado ni le faltará la solidaridad de todas partes del mundo, sobre todo de las expresiones políticas y sociales comprometidas con la construcción de un mundo sin guerras, sin hambre ni miseria, donde todos podamos compartir los mismos derechos y deberes y, como en Cuba, llamarnos compañeros.

PCB / SC: Vivimos el agotamiento del ciclo lulista, que fue derrotado por el Golpe de 2016, que culminó con el arresto de Lula y la derrota de Haddad en las elecciones de 2018. ¿Qué llevó a la crisis y la derrota de este proyecto? ¿Por qué, incluso con el cansancio del proyecto petista [del PT], la izquierda socialista no se presentó como una alternativa real para la clase trabajadora brasileña?

Ivan:
El golpe de estado contra Dilma fue consecuencia de la agravación en Brasil de la crisis mundial del capitalismo, que llevó a la burguesía a prescindir de la conciliación de clases de gobiernos petistas que, mientras la economía estaba bien, favorecida por el “boom de las commodities” (productos básicos), garantizaba expansión de las ganancias del capital, y al mismo tiempo suavizó la lucha de clases con políticas compensatorias, la cooptación y el apaciguamiento del movimiento sindical y popular.

En cuanto los efectos más graves de la crisis no llegaban aquí, los gobiernos petistas se mantuvieron en pie, sin muchos sobresaltos, durante tres períodos consecutivos (2003/2014). La gobernabilidad petista en este período estaba garantizada por una amplia alianza con los partidos burgueses, que aseguraba una holgada mayoría en el parlamento, a costa de la imposibilidad de promover cualquier cambio estructural. Una consecuencia fue no hacer absolutamente nada para mitigar el monopolio de los medios burgueses. Por el contrario, los gobiernos petistas intentaron en vano neutralizarlo con grandes subvenciones públicas. Hay un PT en la oposición y otro en el gobierno. Con la toma de posesión de Lula en 2003, su partido, que había liderado la lucha por la renacionalización del Valle de Rio Doce, privatizado bajo el gobierno de la FHC, se calló y no se movió ni una hoja al respecto.

Cuando la crisis económica golpeó el final del primer mandato de Dilma, los gobiernos petistas se volvieron anacrónicos para el sistema, ya que ya no podían sostener más la conciliación de clase (como se vio en las manifestaciones de 2013) ni garantizar, de forma rápida e intensa, las contrarreformas que el capital necesita para salir de la crisis a costa de los trabajadores. La burguesía precisaba de un gobierno para llamarlo suyo. Dilma todavía trató de complacer al capital nombrando a un Ministro de Hacienda de absoluta confianza del mercado. Mas su suerte ya estaba echada.

Las medidas tomadas por la administración de Temer dejan en claro que las razones de la impedimento de la presidenta Dilma no fueron las "pedaladas fiscales", pretexto que incluso ahora pocas personas saben de qué se trata. Incluso con un índice de rechazo popular récord y enredado en serias acusaciones de corrupción, Temer consiguió, en su breve mandato, aprobar la contrarreforma laboral, la generalización de las subcontrataciones, el "techo del gasto público" por 20 años, sin que siquiera las imágenes de una maleta con 500,000 reales llevada por un asesor de su confianza amenazara su mandato.

El golpe parlamentario, judicial y mediático contra Dilma solo fue posible porque los trabajadores y las clases populares –a diferencia de lo que viene ocurriendo en Venezuela– no acudieron al llamamiento a defenderla, precisamente porque no había logros significativos o cambios estructurales a preservar. Y fue facilitado por la conciliación de los gobiernos petistas: por la campaña de satanización de los medios que no combatieron, por el oportunismo de los Ministros del STF que nombraron y por la traición del Vicepresidente y los partidos burgueses con los que estaban asociados. En resumen: ¡el PT fue víctima de su propia conciliación!

A pesar de esta derrota, considero un error la teoría del "agotamiento del ciclo petista", que surgió en nuestro entorno después de las manifestaciones de 2013 y reforzada después del golpe contra Dilma. Esta teoría llevó al voluntarismo de pensar que el PT se estaba muriendo y que había llegado la hora de que las fuerzas de la izquierda revolucionaria lideraran un nuevo ciclo de luchas, en el que el reformismo no tendría más espacio, lo que es otra ilusión. Incluso si el PT hubiera desaparecido, el reformismo migraría a otro partido socialdemócrata, pues esta es una ideología predominante en la pequeña burguesía. Por cierto, el PSOL ya se está beneficiando del desgaste del PT.

Si tenemos en cuenta que el sistema tuvo que arrestar a Lula para que no ganara las elecciones de 2018 y que, a pesar de toda la satanización del PT (como si hubieran inventado la corrupción en Brasil), Haddad consiguió pasar a la segunda vuelta y el PT consiguió nuevamente la bancada más grande de diputados federales, tenemos que reconocer que el petismo sufrió un gran desgaste, pero no se agotó, ni siquiera en el movimiento sindical, donde tiene su mayor fuerza. El PT puede intentar regresar al gobierno por votación en 2022, ya que la crisis económica da señales de que puede agravarse. En esta hipótesis, no podemos descartar que este eventual retorno al gobierno se dé con el apoyo –en la primera o en la segunda vuelta– de sectores de las clases dominantes que deberían verse perjudicados por la contrarreforma de la seguridad social (que deberá provocar la retracción del consumo de las clases medias y populares), por la desindustrialización, que se profundizará con el acuerdo Mercosur/Unión Europea, y con el alineamiento incondicional con EEUU, que elimina mercados importantes para los productos brasileños. Más aún si las revelaciones de los entresijos de la "Operación Lava Jato" se profundizan y evidencian la parcialidad y politización del juicio a Lula.

La izquierda socialista no se ha convertido en una alternativa al cansancio del petismo por varias razones. Una de ellas fue que los medios convirtieron al PT en sinónimo de izquierda, de socialismo e incluso de comunismo. Pero hay otros factores que pesan, como la débil inserción en la clase trabajadora y los sectores populares, la incapacidad de forjar frentes de lucha unitarios más allá de las elecciones, el movimientismo y el identitarismo que predominan en la gran mayoría de las corrientes que se reivindican de la izquierda socialista. Muchas de ellas se mueven teniendo como brújula su desempeño en las próximas elecciones. Más de un año después de las elecciones municipales de octubre de 2020 –en medio de la contrarreforma de la seguridad social– los partidos reformistas ya comienzan a tratar como prioridad el debate sobre coaliciones y candidaturas para alcaldes y concejales. En las sabias palabras de un camarada, en los años impares esta izquierda se prepara para las elecciones ¡que se dan en años pares!

PCB / SC: ¿Cuál es su evaluación de los primeros meses del gobierno de Bolsonaro? ¿Cómo analiza la crisis interna del gobierno y las consecuencias de la filtración entre bastidores de Lava Jato? En este escenario, ¿qué debe defender la izquierda? ¿Cómo los movimientos sociales y populares pueden interferir en este proceso? ¿Cuál es la alternativa para que la clase trabajadora cambie una coyuntura tan adversa?

Ivan:
El gobierno de Bolsonaro simplemente no podría ser peor desde nuestro punto de vista debido al desorden diario que crea, las crisis y conspiraciones urdidas por sus hijos, su ideólogo Olavo de Carvalho y sus ministros, que atrasan el ritmo de su propio proyecto dedestruir lo que queda del estado social, de los derechos laborales, civiles y políticos y de la soberanía nacional. Pero el retroceso ya es muy grande, en todos los aspectos.

Por lo que se observa en los medios hegemónicos –la fuente más reveladora de los estados de ánimo de las clases dominantes– hay entre ellos una incomodidad con las burradas diarias y las ocurrencias del increíble presidente que han elegido. Sus propuestas prejuiciosas y ultraconservadoras y sus declaraciones histriónicas, algunas de inspiración fascista, dificultan que la inmensa mayoría derechista en el parlamento implante las reformas neoliberales que dependen de la iniciativa legislativa. La burguesía está preocupada con las medidas a su favor para superar la crisis económica, no por el "marxismo cultural", la "ideología de género" y otras extravagancias.

La crisis del momento, en el que destacan los entresijos de Lava Jato (que intensifica el conflicto entre el STF y el MPF) y las declaraciones torpes y mentirosas del Presidente sobre el encarcelamiento y asesinato de Fernando Santa Cruz por la dictadura burguesa bajo forma militar, se desarrolla exactamente en el reinicio de la tramitación parlamentaria de la contrarreforma de la seguridad social, considerada por el "mercado" como la madre de todas las llamadas reformas estructurales a favor del capital.

Mientras tanto, al menos a corto plazo, parece que no habrá ninguna iniciativa por arriba con vistas a una campaña por la destitución del Presidente. Motivos no faltarían: las fake news en las elecciones, la relación íntima del clan con las milicias en Río de Janeiro, la posible participación en el asesinato de Marielle Franco, el esquema de lavado de dinero de Flávio Bolsonaro, las evidentes maniobras para impedir la candidatura de Lula.

La razón principal de este apoyo político, aunque vergonzante, es que, bien o mal, la agenda de reformas que interesan al capital comenzó a andar en el parlamento y también en materias que son competencia del ejecutivo, como fue la privatización en tiempo récord de BR Distribuidora, por cierto, con el apoyo del STF. Es bueno recordar que los medios de comunicación y los tres poderes estatales están perfectamente en sintonía con el proyecto del capital y solo ponen obstáculos a propuestas desconcertantes del ejecutivo que sobrepasan los límites de lo que consideran civilizado, como la liberalización de la posesión de armas y portarlas y las rebajas de multas de tráfico.

Para asegurar su mandato, Bolsonaro tiende a adoptar cada vez más iniciativas que satisfagan el apetito del capital por extraer más valor. Este es el caso de la reciente Medida Provisional 881/2019, presentada por el gobierno bajo el taimado título de "MP de Libertad Económica" pero que, con el pretexto de desburocratizar las empresas, amplía los efectos perversos de la contrarreforma laboral de Temer, estableciendo el aumento de la jornada de trabajo de diversas categorías, anulando el descanso laboral de los domingos y días festivos sin negociación colectiva, la suspensión de las normas sobre salud y seguridad en el trabajo, incluida la posibilidad de extinción de las Comisiones Internas de Prevención de Accidentes, entre otras pérdidas de derechos laborales...

Otra razón importante que viene garantizando la gobernabilidad es que Bolsonaro todavía posee una sólida base social, radicalizada e idiotizada, que vendería caro un intento de destituírlo, confiando en el apoyo de las iglesias neo-pentecostales, la mayoría del Comando y especialmente de las bases de las fuerzas militares, de las policías de todos los ámbitos y esferas, del agronegocio, de los camioneros (que pueden paralizar el país) y de milicias y organizaciones de extrema derecha que pueden transformar la defensa de su “mito” en episodios sangrientos.

La burguesía solo recurrirá al proceso de destitución de Bolsonaro si ya no hubiera más condiciones de administrar las constantes crisis que él genera y se profundizara su aislamiento político, incluso entre sus garantes militares, y el desgaste de su base social, hasta el punto de no disponer más de medios razonables para intentar un autogolpe.

En cuanto a eso, la burguesía, que no puede esperar, ya arrancó una manera informal, provisional o no (dependiendo de los acontecimientos), para llevar a cabo su agenda legislativa, sin tener que depender de Bolsonaro y, en algunos casos, a pesar de él. Dispone de una bancada parlamentaria de centro-derecha más grande que la suma de la oposición de centro-izquierda y el partido de extrema derecha de Bolsonaro, forjando un parlamentarismo de hecho, bajo el liderazgo de Rodrigo Maia, elevado a la condición primer ministro de facto y quizás el próximo candidato a Presidente de la República de la mayoría de las clases dominantes, expresando un campo de centroderecha, neoliberal en economía y "democrático" en política y costumbres. Esta articulación ha reclamado la contrarreforma de la seguridad social y ya se está preparando para llevar a cabo otras reformas en interés del capital, comenzando con la de los impuestos.

Ya en el campo de la oposición llamada de izquierda y del movimiento popular, hay muchas apuestas en soluciones institucionales que en nada alterarían la actual correlación de fuerzas desfavorable.

Hay quienes son partidarios de que Bolsonaro permanezca en el cargo hasta el final de su mandato, considerando que ello complica los proyectos de la burguesía y llegaría desgastado a las elecciones de 2022, lo que facilitaría la victoria de Lula u otro candidato progresista. Y hay los que apuestan por Mourão (y, por lo tanto, la destitución del Presidente) se autoengañan por el maquillaje que el general viene haciendo de su imagen, contraponiendo sus opiniones con las del Presidente. Piensan que él no causaría tantos retrocesos y estaría abierto al diálogo.

Es preciso acabar con esas ilusiones. Un proceso de destitución previo a las reformas neoliberales importantes y la profundización del desgaste de Bolsonaro retrasaría los planes de las clases dominantes más que la incontinente diarrea verbal del Presidente y aún podría traer inestabilidad política y social. Por otro lado, los militares aún apoyan y participan en el gobierno de Bolsonaro. No son demócratas ni nacionalistas. Varios de sus exponentes, incluidos los generales Mourão, Heleno y Vilas-Boas, se han pronunciado públicamente a favor del golpe de estado contra Dilma y contra la liberación de Lula, chantajeando a la opinión pública, al parlamento y al poder judicial, y no han levantado una sola palabra contra la entrega de Embraer a Boeing y la base de Alcántara a los Estados Unidos, ni contra la saña privatizadora del gobierno. Humillados por la quema de algunos de sus generales y sin conseguir cumplir el papel moderador que imaginaban, los militares quedarán desmoralizados por su participación en este gobierno.

Dulces ilusiones! No podemos comportarnos como partidarios, en la expectativa de soluciones venidas de arriba que parezcan "menos malas". Solo la concienciación, la organización y la lucha de los trabajadores y de las capas populares, con independencia de clase, pueden evitar la destrucción de los derechos laborales, sociales, civiles y políticos y avanzar en otras conquistas. Esta es nuestra tarea principal, no pensando solo en la actual coyuntura, sino en cualquier escenario, en cualquiera correlación de fuerzas, en cualquier tiempo. No podemos subestimar las divisiones y contradicciones interburguesas que son inherentes al capitalismo; cuando sea posible, debemos aprovecharlas a nuestro favor. ¡Pero sin ilusiones! No hay divergencias irreconciliables en las clases dominantes sobre la pauta que les llevó a apoyar a Bolsonaro. ¡Mucho menos en el gobierno, donde las diferencias son de forma y estilo, no de contenido!

Otro obstáculo para el movimiento de masas es el hecho de que el campo petista privilegia el "Lula Livre!" como consigna principal, en detrimento de la lucha contra la ofensiva del capital. Esta prioridad debilita el movimiento de masas, estimulando la ilusión de que solo con las elecciones y el regreso de Lula al gobierno podemos asegurar nuestros derechos. No se trata de negar la justeza de esta consigna. El juicio de Lula fue político y selectivo, un nuevo golpe para evitar su candidatura en 2018. Debemos brindar nuestra solidaridad al ex presidente, participando en algunas iniciativas específicas de la campaña para su liberación, pero sin priorizar esta consigna o renunciar a las necesarias críticas a la conciliación de los gobiernos petistas.

Es preciso también combatir las ilusiones de clase difundidas por sectores de la socialdemocracia de "izquierda", que engañan y desmovilizan a las masas con la vana esperanza de derrocar o mitigar los planes del capital en el parlamento o en la justicia (instituciones del estado burgués), como hemos visto durante la fase de la lucha contra la "reforma" de la seguridad social antes de la votación de la primera vuelta en la Cámara de Diputados, donde, por cierto, los reformistas negocian y se concilian con su Presidente, manteniendo aún más este líder de centroderecha, querido por los medios y el "mercado". ¡Los diputados del PcdoB, por ejemplo, lo votaron para Presidente de la Cámara en la primera ronda, a pesar de que había un candidato de la bancada de la izquierda!

Otra cuestión es la caracterización del gobierno de Bolsonaro. A pesar de las declaraciones y las actitudes de inspiración fascista de su parte y su entorno político más cercano, no parece correcto definir al gobierno como fascista o neofascista, ni exageramos los riesgos del advenimiento de una dictadura abierta. Esto nos llevaría al error de privilegiar los esfuerzos para un gelatinoso frente democrático policlasista y no para la necesaria unidad de acción con la izquierda socialista y los movimientos sindicales y populares. Significaría privilegiar la lucha en defensa de la democracia burguesa, en detrimento de los derechos laborales y sociales.

A pesar de Bolsonaro, el llamado “estado democrático de derecho” funciona normalmente en estos siete meses de gobierno, aunque con un sesgo autoritario. El hecho de haber neofascistas en el gobierno no significa que estemos bajo el fascismo. Sería lo mismo que caracterizar a los gobiernos petistas como socialistas o comunistas simplemente porque los partidos que participaron en ellos todavía tienen en sus nombres estos conceptos. No hay evidencia de que las clases dominantes en nuestro país apoyarían, a día de hoy, una dictadura abierta o un proceso de fascistización, alternativas a las que recurrieron, en 1964, cuando vieron amenazas concretas de cambios estructurales, con el avance del movimiento de masas que empujaban al gobierno de João Goulart hacia la izquierda. Esto ocurrió en el apogeo de la Unión Soviética y en plena Guerra Fría, en la época de las revoluciones socialistas y de liberación nacional, y en una América Latina rebelde, donde la Revolución Cubana inspiraba movimientos revolucionarios, y que llevó al imperialismo a apoyar y articular dictaduras burguesas fascistizantes en casi todo nuestro continente.

Hoy en día, la ruptura del "estado de derecho democrático", además de ser anacrónico y absolutamente innecesario para el sistema, sería un tiro en el pie de los intereses de las clases dominantes, exactamente como lloran de rodillas por las inversiones extranjeras, que dependen de la seguridad jurídica. y estabilidad política. Además, desde la llamada "transición democrática", lenta, gradual y segura, como corresponde a los intereses de las clases dominantes, nunca ha habido una correlación de fuerzas tan favorable para asegurar los intereses del capital.

Esto no significa que la democracia burguesa (en verdad una dictadura de clase) no pueda recrudecer su lado represor. Es flexible, dependiendo de las necesidades del capital y de la correlación de fuerzas. Por eso, sin desviarnos de la centralidad de la lucha contra la ofensiva del capital en relación con los derechos laborales y sociales, no debemos perder de vista la defensa de las libertades democráticas, entendidas como el conjunto de derechos políticos conquistados, a saber, los de expresión, organización y manifestación. En ese sentido, no podemos descuidar el diálogo, puntual e independiente, con las fuerzas reformistas de centroizquierda o las precauciones necesarias relacionadas con la seguridad y la autodefensa. Cuanto más se desgasta el gobierno y las barreras a sus delirios se vuelven evidentes, más radicalizados y audaces se volverán sus partidarios.

Si hacemos una balance realista de la actual correlación de fuerzas en nuestra sociedad, desgraciadamente tendremos que reconocer que la lucha de poder no es entre izquierda y derecha, como aquí en 1964 o Venezuela en la actualidad, sino entre derecha y centro derecha, de cuyos enfrentamientos pueden surgir golpes de estado y aventuras autoritarias. En cierto modo, aún pagando el precio de los gobiernos petistas de conciliación de clases y de reformismo que hegemoniza lo que llamamos la izquierda, tenemos poca influencia en la coyuntura, siendo más espectadores de la escena política que actores.

Para revertir esa correlación de fuerzas desfavorable y avanzar en la lucha, es necesario combatir las ilusiones en soluciones institucionales, verter toda la energía militante en la concienciación, organización y movilización de los trabajadores y las clases populares y promover, en el campo de la izquierda socialista, un debate urgente con el objetivo de unificar y politizar la lucha común. En este sentido, sería fundamental realizar una reunión nacional de las centrales y corrientes sindicales y los movimientos, entidades y colectivos populares clasistas, con vista a unificar las consignas políticas, un programa reivindicativo común y una articulación nacional, superando la fragmentación de los últimos días nacionales de lucha, que han sido convocados de forma sectorial, a veces solo por las centrales sindicales o por organizaciones de estudiantes o profesores para la defensa de reivindicaciones específicas.

En cuanto a la acción de los comunistas revolucionarios (con perdón por la necesaria redundancia), la crisis mundial del capitalismo y la consiguiente profundización de la explotación y de la barbarie, nos proporcionan mejores argumentos y condiciones para esclarecer a las masas sobre la naturaleza de la lucha de clases y el estado burgués, favoreciendo la agitación y la propaganda del socialismo y el comunismo y, por lo tanto, nuestras posibilidades de inserción entre el proletariado y las capas populares, factor indispensable para el crecimiento cualitativo del partido revolucionario y para el acierto de la línea política, en los principios del marxismo-leninismo.

Nuestro principal desafío es avanzar en la construcción revolucionaria del partido, girando a la militancia para actuar en las luchas del movimiento sindical y obrero y de la juventud proletaria, promoviendo actividades propias autónomas en relación con otras fuerzas y practicando una política de alianzas con independencia e identidad propias.


(*) Ivan Pinheiro es miembro del Comité Central del Partido Comunista Brasileiro (PCB), del que fué Secretario General entre 2005 y 2016 y candidato a la Presidencia de Brasil en 2010.



[Traducción de Teodoro Santana]

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