La cultura y la liberación nacional: breve retrospectiva sobre el pensamiento de Amílcar Cabral


CARLOS BORRERO 


En Puerto Rico se dice que después de darse unos ‘palos’ hasta el estadista más empedernido se vuelve patriota. La defensa del español, el fanatismo alrededor de los deportistas olímpicos y hasta la obsesión con la monoestrellada que manifiestan muchos que se han visto obligados a dejar el país son todos testimonios de un duradero espíritu cultural nacional que aunque no siempre se expresa explícitamente en términos políticos refleja en el plano sociológico la existencia de Puerto Rico como una nación única y distinta.

La cuestión cultural, particularmente la preservación de la ‘cultura nacional’ frente a la dominación extranjera, comprensiblemente asume una importancia decisiva en el contexto del colonialismo. La dominación directa de un país por otro no puede sino llevarse a cabo mediante la represión y/o destrucción parcial de la vida cultural de aquellos que están sujetos al dominio extranjero. Por esta misma razón, la lucha contra la dominación extranjera, la cual en la época moderna significa la liberación nacional del dominio colonial, necesariamente incluye un renacimiento cultural del pueblo subyugado como precursor a, y parte paralela de, su lucha política contra el imperialismo.

Para los revolucionarios comprometidos con el internacionalismo socialista quienes luchan dentro del contexto colonial, esta perspectiva “nacionalista” necesariamente presenta una serie de retos. Para los comunistas que luchan en el mundo colonial el problema a su nivel más fundamental estriba en cómo reconciliar la necesaria reafirmación colectiva de dignidad y cultura nacionales entre las masas trabajadoras de cara a la subyugación colonial por una potencia extranjera con el reconocimiento de los intereses de clase en común del proletariado internacional y la lucha por liberar a la humanidad de las divisiones políticas impuestas por la competencia capitalista a través del mundo.

En un esfuerzo por atajar este complejo problema, creemos valioso repasar algunos planteamientos teóricos de uno de los revolucionarios más brillantes que surgió del mundo colonial, Amílcar Cabral. Las ideas de Cabral sobre el papel de la cultura en la lucha contra el colonialismo portugués en África, particularmente la lucha por la liberación nacional de Guinea Bissau y Cabo Verde que él dirigió hasta su vil asesinato, ofrecen un marco teórico importante no solo para entender la cultura como un fenómeno universal y dinámico, sino también como uno de los factores determinantes en la lucha revolucionaria de un pueblo colonizado.

Las contribuciones de Cabral a nuestra comprensión de la cultura pueden entenderse a tres niveles. Primero, nos ofrece una definición científica, es decir materialista, de la cultura como la síntesis dinámica de las relaciones entre los miembros una sociedad determinada y su entorno físico, por un lado, y aquellas entre los varios grupos de personas dentro de dicha sociedad, por el otro. Para Cabral, la cultura tiene una base material en el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y el modo de producción de una sociedad dada, y refleja las formas en que dicha sociedad logra atajar los retos y conflictos que definen cada momento histórico de su proceso evolutivo. Como tal, la cultura no puede concebirse como algo estático o fijo, sino como un fenómeno dinámico. Para parafrasear a Cabral, la cultura es al mismo tiempo el fruto de la historia de un pueblo y un factor determinante en su evolución ulterior.

Segundo, como demuestra la vasta acumulación de la experiencia histórica, la cultura juega un papel determinante en la lucha de los pueblos colonizados contra la dominación imperialista. Tanto a nivel de su resistencia ante la incursión inicial de una potencia extranjera así como en las innumerables manifestaciones de resistencia “pasiva” que definen el diario vivir una vez consolidado el dominio colonial sobre un pueblo, la cultura representa un baluarte contra la aniquilación colectiva. Precisamente por eso, la lucha política contra el colonialismo no solo es precedida por un renacimiento cultural de parte del pueblo subyugado, sino que el proceso mismo de liberación nacional constituye de por sí un acto de cultura.

Sin embargo, Cabral en todo momento resiste caer en una comprensión abstracta de la cultura. Resalta no sólo el desarrollo desigual sino también la diferenciación interna de la cultura dentro de una sociedad dada como reflejo de la influencia decisiva de la categoría de clase social en la lucha por la liberación nacional concebida como expresión cultural de un pueblo. De hecho, Cabral es enfático al reconocer la supremacía de los intereses de clase en la conducta cultural de los grupos sociales e individuos dentro de una sociedad colonizada determinada así como la actitud política de las varias capas sociales y personas ante la lucha misma contra el imperialismo.

En este sentido es preciso reconocer que si bien los planteamientos de Cabral sobre el papel complejo y contradictorio de la pequeña burguesía en el contexto de la lucha contra el colonialismo portugués en Guinea Bissau y Cabo Verde aun conservan mucha relevancia para muchos lugares fuera de África occidental, él tuvo claro que una lucha de liberación nacional tenía que basarse en la cultura “popular”; es decir, en la de las masas de campesinos y trabajadores del pueblo colonizado, dependiendo del nivel desarrollo económico de la sociedad en cuestión. Desde esta perspectiva, la dirección del movimiento libertador no sólo tiene que llevar a cabo un estudio meticuloso de la muy compleja vida cultural del pueblo que aspira a liberar en su conjunto sino también forjar constantemente una cultura nacional de los elementos culturales progresistas de cada grupo social capaz de prestar servicio a la lucha emancipadora.

Hasta ahora, el marco teórico que se ha presentado queda limitado al plano nacional. Sin embargo, el valor de la aportación de Cabral en este campo radica en su capacidad de partir de esta realidad nacional hasta trascender los estrechos límites de esta perspectiva particular y alcanzar una verdaderamente dimensión universal. Como señaló este brillante teórico y líder revolucionario, toda cultura contiene elementos primarios y secundarios, positivos y negativos, progresistas y retrógradas, aspectos los cuales conducen al progreso y otros que constituyen un obstáculo al mismo. Como tal, Cabral advierte contra la exaltación ciega de una cultura en particular mientras destaca las aportaciones de todas las sociedades a una cultura universal. En este sentido, nos recuerda que los objetivos del movimiento de liberación nacional respecto a la cultura son:

• el desarrollo de la cultura popular y todos los valores positivos de la cultura autóctona;

• el desarrollo de una cultura nacional sobre la base de la historia y las conquistas de la lucha misma;

• la elevación constante de la conciencia política y moral del pueblo (todas sus categorías sociales) y del patriotismo, el espíritu de sacrificio y la devoción a la causa de la independencia, la justicia y el progreso;

• el desarrollo de una cultura científica técnica y tecnológica compatible con las exigencias del progreso;

• el desarrollo, sobre la base de una asimilación crítica de los logros de la humanidad en los dominios de las artes, la ciencia, la literatura, etc. de una cultura universal, en pos de una integración perfecta en el mundo contemporáneo y sus posibilidades de evolución;

• la elevación constante y generalizada de los sentimientos de humanismo, solidaridad, respeto y devoción desinteresada al ser humano.

Es esencial recordar el contexto en que Amílcar Cabral lucha y elaborar sus ideas. Guinea Bissau y Cabo Verde fueron dos territorios dominados durante varios siglos por un país colonizador, Portugal, que en sí era neo colonia de otras potencias imperialistas como Inglaterra y que durante cuatro décadas sufría bajo un régimen fascista. Las poblaciones indígenas de estas tierras colonizadas, que consistían de naciones y tribus distintas, aunque creadoras de importantes y admirables aspectos de cultura no habían alcanzado el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas o de cristalización de clases sociales modernas de otras sociedades en el mundo antes de la llegada de los portugueses. El régimen colonial portugués en África no sólo no tenía la capacidad de llevar a cabo un desarrollo económico extensivo o intensivo, sino también se fundamentaba en las concepciones más retrógradas de la época como el racismo virulento y la negación de la dignidad humana a la población africana. Las pésimas condiciones materiales de las masas africanas, la falta de oportunidades para una educación moderna básica, etc. crearon un conjunto particular de retos para los revolucionarios quienes provenían principalmente de los pocos elementos acomodados de entre la población africana.

Es dentro de este trasfondo histórico que se tiene que evaluar los planteamientos de Cabral y asimilar sus aspectos universales. Es también con este trasfondo que se debe reconocer la genialidad de una figura como Amílcar Cabral, cuya asimilación de las herramientas del materialismo histórico y el método dialéctico, y capacidad para aplicar las mismas a una sociedad tan distinta a la de los fundadores del socialismo científico, quedan evidentes.

Consideramos que el marco teórico sobre la cultura y la lucha contra el imperialismo elaborado por Cabral representa un importante avance el cual debe servir de punto de partida para los revolucionarios que luchamos en el contexto puertorriqueño. Recomendamos sus escritos y discursos como parte indispensable del material de estudio, siempre desde una perspectiva crítica, de nuestros camaradas jóvenes.


BIBLIOGRAFÍA MINIMA

- Unity and Struggle: Speeches and Writings of Amílcar Cabral, Monthly Review Press, 1979

- Discurso de Amílcar Cabral como parte de la serie Eduardo Mondlane Memorial Lectures, Syracuse University Program of Eastern African Studies, 20 de febrero 1970

- Discurso de Amílcar Cabral durante la Primera Conferencia de Solidaridad de los pueblos de África, Asia y América latina en la Habana, Cuba, 3-12 de enero 1966



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