EEUU y China se juegan su liderazgo global ante el COVID-19


Hispan TV


Al observar la respuesta de China y EE.UU. ante la epidemia global de COVID-19, le surge a uno la duda de cuál de ellos se hará con el liderazgo mundial.

Desde que el brote del nuevo coronavirus, denominado COVID-19, se diera a conocer por primera vez en un mercado de mariscos de la ciudad china de Wuhan a fines de diciembre, son muchos los países que han tenido que afrontar esta pandemia global con todos los medios a su alcance, unos más y otros menos.

Entre los países que más destacan ante los demás en esta lucha sin cuartel contra esta plaga del síndrome respiratorio agudo grave coronavirus 2 (SARS-CoV-2) se puede mencionar a China como la parte activa de esta contienda global y a Estados Unidos como contraparte.

En un artículo publicado en la revista Foreign Affairs se advierte a la esfera política estadounidense que Estados Unidos está perdiendo su posición internacional a China en cuanto a la gestión de la crisis de COVID-19.

“Si bien EE.UU. ha demostrado claramente su incapacidad de manejar la crisis de la pandemia global, China busca llenar el vacío de EE.UU. en el liderazgo mundial”, escribió Kurt Campbell, exdiplomático y director de estudios sobre asuntos chinos en Brookings Institution.

En su propaganda política después de haber podido controlar la cepa de COVID-19 en Wuhan, los chinos trataron de dejar al descubierto la incompetencia e irresponsabilidad de la élite política en Washington. Quizás tengan razón, porque en las últimas semanas Estados Unidos ha dejado en claro que no puede satisfacer las necesidades domésticas debido a la escasez de medios e insumos sanitarios y mucho menos ayudar a otros países.

Además, con la trayectoria que se ha forjado por sí solo la actual Administración Trump, Estados Unidos no puede coordinar con sus aliados internacionales en la lucha contra esta enfermedad mortal, mientras que durante la crisis del Ébola entre los años 2014 y 2015, Washington coordinó y dirigió a docenas de países para controlar esta última afección.

La enfermedad generalizada por COVID-19, por otro lado, ha exacerbado los instintos del presidente estadounidense, Donald Trump, convirtiéndolo en un capitán en solitario que navega sin rumbo por las aguas turbulentas de esta crisis sanitaria global.

Con cientos de millones de personas en cuarentena en todo el mundo, la pandemia se ha convertido en un fenómeno global. Sin embargo, las implicaciones geopolíticas son secundarias en cuanto a las consecuencias para la salud y el bienestar de los individuos, empero, estos desarrollos tendrán consecuencias importantes a largo plazo, especialmente cuando se trata de Estados Unidos.

“El orden global tiende a cambiar gradualmente”, apuntó Campbell para luego exponer que, en 1956, una errónea intervención en el canal de Suez (Egipto) condujo al colapso del poderío británico, lo que significó el fin del imperio británico como una superpotencia.

A estas alturas para la opinión pública está más claro que el agua que la reacción inicial de Washington ante esta emergencia sanitaria global fue caótica y confusa.

Las acciones erróneas de las instituciones clave, desde la Casa Blanca hasta el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) e incluso los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), han socavado la confianza pública en la soberanía de Estados Unidos.

Las declaraciones de Trump, ya sea dentro de la Oficina Oval o en sus mensajes de tuit a diario, han jugado un papel importante en la difusión de la desconfianza y la confusión del público en general. Al mismo tiempo, tanto el sector público como el privado no han mostrado su predisposición a producir y distribuir kit de prueba y detección de COVID-19.

A nivel internacional, la impotencia de Trump para ofrecer una respuesta adecuada a la contención de la enfermedad ha hecho que se exacerbe sus instintos exponiendo su incapacidad y soledad para liderar el mundo.

Teniendo en cuenta que el predominio de EE.UU. como líder mundial en las últimas siete décadas se deriva no solo del poderío económico-militar, sino también de la legitimidad interna del Gobierno estadounidense, la distribución de los productos y bienes alrededor del mundo y la capacidad de Washington para resolver las crisis, resulta que esta pandemia global ahora pone en prueba estos tres factores clave para el liderazgo global de Estados Unidos. Hasta ahora, obviamente, Washington ha fallado dicha prueba.

En el lado opuesto se encuentra China, cuyas autoridades están aprovechando de los continuos desaciertos y errores cometidos por EE.UU. para fortalecer su posición global en remplazo a Washington en el vacío de su liderazgo mundial.

El audaz movimiento del gigante asiático no debe verse como exagerado, ya que los gobernantes chinos son muy conscientes de que si China, con sus medidas acertadas para contener el brote de la letal plaga, es vista como una nación capaz de liderar a las demás podrá proyectar una percepción en el mundo de que Pekín ha remplazado definitivamente a Washington.

Son muchos los medios de comunicación internacional que resaltan, o bien, por medio de sus espacios de noticieros, o bien, por medio de una larga colección de artículos, los éxitos logrados por el Gobierno de China, presidido por Xi Jinping, en su lucha para frenar la enfermedad.

El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Zhao Li Jian, dijo recientemente que la fuerza, la eficiencia y la velocidad de su país en la lucha contra la plaga de COVID-19 han sido admiradas por todos. “China ha establecido un nuevo estándar para controlar la epidemia”, sostuvo.

Esta batalla sin parangón de las autoridades gubernamentales chinas se produce en marcado contraste con los de los países occidentales, especialmente los de Estados Unidos, al tratar de combatir la enfermedad.

Mientras los chinos se destacan por estar a la vanguardia de la lucha contra la enfermedad, las narrativas de la incompetencia de las élites de la esfera política en Washington al respecto no paran de copar los titulares de los noticieros del todo el mundo.

Para dar asistencia de índole sanitaria a los demás países occidentales, cuyos centros hospitalarios estaban desprovistos de los tan necesarios Equipos de Protección Individual (EPI) e insumíos médicos para afrontar la masiva afluencia de pacientes a fin de recibir tratamiento que aliviara la insipiencia respiratoria que les causaba la infección pulmonar de COVID-19, el mandatario chino ordenó el suministro de estos bienes tan preciados a Italia, España y EE.UU., entre otras naciones.

Así pues, China con esta gesta humanitaria de proporcionar asistencia material, incluida la entrega de guantes, mascarillas, respiradores artificiales y medicamentos, cuando su propia nación se encuentra inmerso en la lucha contra esta mortal plaga, ha podido progresar en su afán de colocarse por delante de EE.UU., cuyas autoridades no solo no fueron en ayuda de sus aliados europeos, sino que encima recurrieron a la vieja práctica de “piratería” para apoderarse de estas ayudas chinas, en lo que se refiere al liderazgo mundial.

El gigante asiático es pionero en la fabricación de mascarillas quirúrgicas, ante esta emergencia sanitaria sus industrias farmacéuticas han aumentado la producción de estos epis en diez veces, dando a China la oportunidad de convertirse en el único país capaz de cubrir las necesidades mundiales de este producto.

La industria farmacéutica de China también produce las mascarillas N95, que son vitales para el personal médico, además de producir los antibióticos y otras sustancias necesarias para contener la enfermedad de COVID-19 en el organismo de un paciente contagiado.

Por el contrario, Estados Unidos, debido a sus deficiencias en este campo, no ha podido satisfacer sus necesidades y solo ha podido brindar una asistencia muy floja en áreas de alto riesgo.

Esta es una imagen aterradora: se cree que las reservas federales estratégicas de Estados Unidos y las reservas de equipos farmacéuticos son tales que solo hay un uno por ciento de mascarillas y, tal vez, un 10 por ciento de las máquinas de respiración artificial “ventiladores” para controlar las enfermedades pandémicas.

La escasez y carencia de equipamiento médico dentro de las fronteras de EE.UU. lo suple los materiales sanitarios provenidos desde China. Del mismo modo, la participación de los inversionistas chinos en el mercado farmacéutico estadounidense es más del 95 por ciento.

Por lo tanto, los chinos a día de hoy han demostrado que están más propensos y preparados a ayudar a otros países a lidiar con el estancamiento económico causado por COVID-19 que Europa y Estados Unidos.

Ante un panorama como lo descrito no es muy difícil de imaginar que los chinos remplazarán pronto a los estadounidenses en el liderazgo global sin recurrir a esa fuerza intimidatoria que es asiduo Estados Unidos para imponer sus dictados imperiales a las demás naciones del mundo.


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