¿Es China un país socialista?


ALEXANDRE GARCÍA 


¿Es China un país socialista?

Es necesario un debate amplio sobre esta cuestión. No se puede afirmar a la ligera y con los ojos cerrados que China es país capitalista, basándose solamente en el hecho de que está recurriendo al capitalismo para desarrollarse. De hecho, el movimiento comunista debería abandonar la costumbre de anatemizar a determinados países socialistas que se apartan ligeramente de lo que se ha considerado y se considera la “auténtica” construcción del socialismo.

Por ejemplo, haría falta revisar el análisis del Movimiento Comunista Internacional sobre la Yugoslavia de Tito, acusada de “capitalista” (siendo precisamente la China de Mao uno de los actores más agresivos contra Yugoslavia) y ello independientemente de la valoración de cada uno de la figura de Tito. Es muy probable que el modelo yugoslavo de “autogestión” tuviera deficiencias y haya supuesto en algunos aspectos una ruptura con el marxismo-leninismo. Pero pasado el tiempo, después de la guerra civil en Yugoslavia y las agresiones de la OTAN, ¿deberíamos deducir que la Yugoslavia de Tito (y lo que quedó de ella) era un país “capitalista”? ¿Que no hubo nada salvable en aquella experiencia?

De la misma manera, no podemos considerar correcta la valoración del PCCh sobre la URSS a partir de 1968. Este proceso de reflexión debería ser ampliado a China, Vietnam y Laos, acusados también de “capitalistas” (cuando no “imperialistas”). Este sano ejercicio ayudaría a determinar con acierto quiénes son los amigos y quiénes son los enemigos, en beneficio de la causa progresista, antiimperialista y revolucionaria en el siglo XXI.

China es un país socialista por los siguientes motivos:

1) La República Popular China proclama que su objetivo es la construcción del socialismo y que es un Estado obrero. La Constitución del año 1982 declara en el artículo 1º que “La República Popular China es un Estado socialista de dictadura democrática popular, dirigido por la clase obrera y basada en la alianza obrero-campesina”.

Y después: “El sistema socialista es el sistema básico de la República Popular China. Está prohibido todo sabotaje por parte de cualquier organización o individuo contra el sistema socialista”.

Esto se debe, su vez, a que el partido dirigente en China es un partido comunista. El preámbulo de los estatutos del PCCh establece que:

El Partido Comunista de China, destacamento de vanguardia de la clase obrera y, a la vez, del pueblo y la nación en este país, y núcleo dirigente de la causa del socialismo con peculiaridades chinas, representa lo que se exige para el fomento de las fuerzas productivas más avanzadas de China, el rumbo por el que ha de marchar la cultura más avanzada del país, y los intereses fundamentales de los más amplios sectores de su pueblo. Tiene como ideal supremo y objetivo final la materialización del comunismo”.

A continuación, los estatutos del PCCh dicen que “se guía en su actuación por el marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping y el importante pensamiento de la ‘triple representatividad’”.

Estos detalles, que por supuesto no son suficientes, aun así son muy importantes y deben ser tenidos en cuenta si queremos determinar el carácter de clase de la República Popular China. Por puro sentido común, si los dirigentes chinos no quisieran perseguir el socialismo y el comunismo, no se molestarían en afirmar estas cosas.

Algunos dirán que los dirigentes chinos son burgueses y revisionistas que necesitan aparentar ser comunistas y emplear un lenguaje marxista para poder engañar al pueblo y proseguir con la “contrarrevolución”. Pero aún si fuera cierta esta teoría, las formas políticas e ideológicas que se vean obligados a adoptar los dirigentes chinos en el proceso de “contrarrevolución” no son un detalle sin importancia. El hecho de que la República Popular China siga declarando que es un país socialista y de que los dirigentes del PCCh sigan declarando su adhesión al marxismo-leninismo y que persiguen el objetivo del comunismo, indica precisamente que la correlación de fuerzas en China aún no permitiría a los supuestos revisionistas el culminar el proceso “contrarrevolucionario”, y que por lo tanto China aún mantiene rasgos socialistas. Esto debería ser suficiente motivo para que todo comunista consecuente defienda con uñas y dientes lo que quede de socialismo en China, en lugar de echarla al agua del “mundo imperialista”.

Los defensores de la tesis de la “contrarrevolución” no deberían perder de vista que el revisionismo, que es producto de la influencia de la ideología pequeño-burguesa sobre el movimiento obrero, dejaría de ser revisionismo si no se produjera precisamente dentro de un medio obrero, en el cual la correlación de fuerzas existente no permite implantar una dominación abierta y total de la burguesía. Por esta misma razón, era completamente errónea la tesis del PCCh que afirmaba que la URSS se había vuelto “capitalista” y “social-imperialista”. Aún suponiendo que los dirigentes soviéticos que sucedieron a Stalin tuvieron la voluntad consciente de restaurar el capitalismo, tuvieron que hacerlo dentro de las estructuras de un Estado obrero. La verdadera contrarrevolución burguesa en la URSS no se produjo hasta los años 1989-1991, y fue al final de aquel proceso cuando se pudo arriar la bandera roja con la hoz y el martillo en el Kremlin.

¿Para qué iba a tener la supuesta burguesía dirigente del PCCh un particular interés en seguir agitando la bandera roja en China? Nada nos permite afirmar que haya habido una contrarrevolución en China que haya supuesto un cambio esencial del carácter de clase del Estado. Es cierto que en las últimas décadas ha habido puntos de inflexión en la línea del PCCh que para muchos representan una deriva preocupante. Pero la realidad es que el poder político no ha pasado a manos de la burguesía en el Estado ni en el Partido –o al menos no totalmente, si damos por buena la tesis de la “contrarrevolución”.

Mientras que en los años 1989-1991 el socialismo era destruido en Europa del este y en la URSS, el socialismo conseguía sobrevivir en China pese a los sucesos contrarrevolucionarios de la plaza de Tiananmen en 1989, para mayor irritación del imperialismo. Esto es un hecho fundamental que hay que tener muy en cuenta en el debate sobre el carácter de clase de la República Popular China.

2) A consecuencia de lo anteriormente dicho, en China hay un Estado con un carácter de clase obrero. Por ello defiende los intereses generales de la clase obrera y del conjunto del pueblo, pese a todas las contradicciones que atraviesan a China.

Algunos alegarán que los capitalistas se han enriquecido en China. Pero es un hecho innegable que desde la reforma y apertura en 1979, la política del gobierno chino se ha caracterizado por elevar constantemente el nivel de vida de la población. En la segunda entrega de mi análisis sobre el artículo de Vagenas, ya había ofrecido una serie de datos que lo demostraban sobradamente. Ahora dispongo de otros datos publicados recientemente que indican que entre los años 1990 y 2000, la renta per cápita en China se quintuplicó, pasando de 200 dólares a 1000 dólares, y entre 2000 y 2010 se volvió a crecer al mismo ritmo pasando de 1000 a 5000 dólares . Este progreso impresionante no ocurre en cualquier país.

Ahora, con la reciente aprobación del XIII Plan Quinquenal, el gobierno chino se plantea reducir las desigualdades sociales mejorando la distribución de ingresos y aumentando “significativamente” los ingresos de la población con rentas bajas y medias.

3) El PCCh, que en sus estatutos se presenta como “destacamento de vanguardia de la clase obrera y, a la vez, del pueblo y la nación”, ejerce un papel dirigente en los rumbos de China, apoyándose en otros partidos patrióticos y en expertos y personalidades no comunistas, en el marco de la Conferencia Consultativa Política del Pueblo Chino. Se acepta e incluso se promueve la existencia de capitalistas, a condición de que contribuyan al desarrollo y al fortalecimiento del país, pero no están autorizados los partidos políticos en los que los capitalistas puedan organizarse como clase en sí.

El PCCh apoya en no pocas ocasiones las movilizaciones de la clase obrera en China y la actividad de los sindicalistas afiliados a la Federación Nacional de Sindicatos de China. Nótese por ejemplo que gracias al trabajo del PCCh, China es desde 2006 el único país del mundo donde la multinacional Wal-Mart ha tenido que aceptar secciones sindicales. Las asambleas de representantes de empleados y trabajadores son apoyadas por el PCCh, que fomenta la creación de comités del partido en el sector no estatal –aunque los avances son costosos en este terreno– y formas de democracia obrera, aunque sea limitada, en las empresas estatales. También se han dado casos significativos en los que las fuerzas del orden han rechazado intervenir contra las luchas obreras.

Que el partido que defiende este tipo de políticas sea el partido gobernante en China, tampoco es un detalle sin importancia. Probablemente, muchos se sorprenderán al leer declaraciones del PCCh acerca de “apoyarse de todo corazón en la clase obrera para completar el sistema de administración democrática con la asamblea de representantes de los trabajadores como forma básica”.

El PCCh declara que su misión es servir al pueblo, y la prueba de que lo está haciendo es que goza de un notable apoyo popular. Según un estudio realizado por el Pew Research Center en 2012, el 83% de la población china se declaraba satisfecha con la situación económica del país –en los países de la Unión Europea sólo era el 16%. No está nada mal para un país donde reina “la miseria y la explotación que experimentan cientos de millones de trabajadores”, como dice Vagenas.

4) En China los sectores estratégicos que controlan los aspectos esenciales de la vida económica están en manos del Estado: sector financiero, energía, metales ferrosos y no ferrosos, minas, sector de la construcción, petroquímica, telecomunicaciones, construcción naval, construcción aeronáutica, sector del automóvil, transporte, alimentación, distribución, producción farmacéutica, defensa, etc.

El artículo 7 de la Constitución de la República Popular China dice que “el sector estatal de la economía, es decir, el sector económico de propiedad socialista de todo el pueblo es la fuerza rectora de la economía nacional. El Estado asegura la consolidación y el desarrollo del sector estatal de la economía”.

No es fácil disponer de datos exactos en la actualidad, pero está claro que las empresas estatales siguen siendo las más rentables y las que más peso tienen en el PIB. Según datos del año 2005, de las 500 mayores corporaciones en china, el 85% eran de propiedad estatal. De estas 500 empresas, las diez más grandes eran de propiedad estatal y acumulaban el 47% del total de las ganancias. Desde el año 2005, esta situación no ha variado sustancialmente: de las 98 empresas chinas que figuraron en 2015 en lista Global 500 elaborada por la revista Fortune (que elabora cada año la lista de las 500 mayores empresas del mundo), 76 eran de propiedad estatal. Cuatro de los diez mayores bancos del mundo son bancos chinos de propiedad estatal.

Es igualmente muy difícil disponer de datos exactos sobre el porcentaje de propiedad pública en China, debido a la multiplicidad de formas de propiedad. Pero según el profesor Chen Zhiwu de la Universidad de Yale, si sumamos la propiedad estatal, la propiedad colectiva y la propiedad mixta público-privada, en 2010 el Estado controlaba directa o indirectamente las tres cuartas partes de la riqueza de China.

5) Mientras que en todo país capitalista el ejército ha sido y es un instrumento para asegurar en última instancia los privilegios de una minoría explotadora, en China el ejército está bajo control directo del PCCh por medio de la Comisión Militar Central (CMC), y por lo tanto es garante del orden socialista. Ningún alto mando militar puede librarse de la disciplina del PCCh ni de la aplicación de la justicia, como demuestran los casos de los ex-vicepresidentes de la CMC Xu Caihou y Guo Boxiong, expulsados del PCCh en junio de 2014 y julio de 2015 respectivamente por delitos de corrupción.

6) En China el suelo es propiedad del estado, lo cual impide la gran concentración terrateniente, que es una característica fundamental de los países capitalistas. Según el economista marxista Samir Amin, “esta especificidad China […] nos impide caracterizar la China contemporánea […] como "capitalista", porque el camino capitalista se basa en la transformación de la tierra en una mercancía”.

Para finalizar, citaremos al gran economista marxista francés Tony Andreani, que identifica los siguientes pilares que sustentan el socialismo en China, definidos por él como “considerablemente extranjeros al capitalismo”:

1. El mantenimiento de un potente sector público, que juega un papel estratégico en la economía, y en el cual existe una –limitada, pero real– participación de los trabajadores en las unidades de gestión, a través de consejos de vigilancia y consejos obreros.

2. Una potente planificación, que aunque sea de naturaleza indicativa (y no imperativa como en otras experiencias socialistas), resulta ser impresionantemente precisa año tras año.

3. Una forma de democracia política que hacen posibles unas decisiones colectivas, haciendo que la planificación sea el espacio en el cual la nación china elige un destino colectivo.

4. Unos servicios públicos que condicionan la ciudadanía política, social y económica, que están totalmente o en su inmensa mayoría en manos del Estado, y que como tal están fuera de la lógica del mercado –aunque aún son muy limitados en comparación con los de algunos países capitalistas desarrollados.

5. Una orientación económica neo-keynesiana consistente en aumentar las rentas del trabajo y la promoción de una justicia social en una perspectiva igualitaria.

6. La protección de la naturaleza, considerada como indisociable del progreso social y como uno de los objetivos centrales del desarrollo económico.

7. Las relaciones económicas con otros Estados, que descansan sobre el principio de ganar-ganar, la búsqueda de la paz y las relaciones equilibradas entre naciones y pueblos

8. La propiedad pública de la tierra y los recursos naturales.

En resumen, mientras que en los países de Europa las clases populares viven cada vez peor, en China las condiciones de vida de la población ha ido mejorando cada vez más desde la reforma y apertura, y ello en todos los indicadores sociales (salarios, esperanza de vida, mortalidad infantil, atención sanitaria, educación, seguridad social, acceso a la cultura, etc.). Esta diferencia entre el capitalismo neoliberal y el “socialismo de mercado” en China ha sido resumida brillantemente por el filósofo marxista italiano Domenico Losurdo. Hablando de las innegables desigualdades sociales existentes en China, Losurdo dice:

“…eso no hace licito confundir el “socialismo de mercado” con el capitalismo. Como ilustración de la diferencia radical que subsiste entre los dos podemos intentar recurrir a una metáfora. En China estamos en la presencia de dos trenes que se separan de la estación llamada “subdesarrollo”. Si uno de esos trenes es muy rápido, el otro es de velocidad más reducida; por causa de eso, la distancia entre los dos aumenta progresivamente, pero no podemos olvidar que los dos avanzan en la misma dirección; es también necesario recordar que no faltan los esfuerzos para acelerar la velocidad del tren, relativamente menos rápido y que, de cualquier modo, dado el proceso de urbanización, los pasajeros del tren más rápido son cada vez más numerosos. En el ámbito del capitalismo, por el contrario, los dos trenes en cuestión avanzan en direcciones opuestas. La última crisis destaca un proceso en acción desde hace varias décadas: el aumento de la miseria de las masas populares y el desmantelamiento del Estado social se encuentran a la par que la concentración de la riqueza en manos de una restringida oligarquía parasitaria”.


(*) Este artículo es un extracto de la obra de la autora En Defensa del Pueblo chino: Contestación a Elysseos Vagenas.



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