Domenico Losurdo: el anticolonial hilo rojo


MACIEK WISNIEWSKI 


I. Iba a decir que es una “tesis”, pero con que sea una “observación” también queda. Aquí va: por la obra de Domenico Losurdo (1941-2018), el filósofo e historiador marxista italiano –fallecido en junio pasado– corre un particular “hilo rojo”: una radical –e históricamente aterrizada– crítica del colonialismo. Este “motivo” se aprecia especialmente en su “disección” del liberalismo (Liberalism: a conter-history, Verso 2011), una corriente habitualmente asociada con la “libertad”, pero que –según Losurdo– se entiende mejor en términos de la exclusión (racismo/ esclavitud/ eugenesia/ genocidio). Al estudiarlo desde su oposición fundamental –la “comunidad de los libres” (blancos, clases propietarias) vs los demás (pueblos colonizados, clases bajas)– Losurdo expone sus hipocresías –democracia sólo para “la raza dominante”, universalismo únicamente para “la parte civilizada de la humanidad” (p. 225)– y el vector racial del expansionismo colonial y la “ideología liberal de la guerra” (p. 315). Para él, son precisamente los residuos de esta “racialización” (islamofobia) que están detrás de la actual “rehabilitación del colonialismo” (Il linguaggio dell’Impero. Lessico dell’ideologia americana, Laterza 2007).

II. Estudiando al liberalismo en términos de la exclusión le permitió a Losurdo mirar al siglo XX a través de lo colonial –siendo la Segunda Guerra Mundial con la conquista nazi del Lebens-raum que empleaba todos los “modos” del colonialismo británico, francés y belga el mejor ejemplo– criticar la hipocresía liberal de igualar la violencia nazi y la estalinista como si legado colonial detrás de la primera fuera inexistente y resaltar que la dicotomía colonialismo/anticolonialismo es esencial para entender nuestros tiempos (War and revolution: rethinking the twentieth century, Verso 2015). Con eso arremetía también en contra del revisionismo (E. Nolte, et al.), una tradición historiográfica igual propia de los liberales, que en su afán de desacreditar al comunismo, niega los horrores tanto del nazismo como del colonialismo (bit.ly/2ycWD0r). Una manipulación de la historia a fin de revivir y re-legitimar la tradición imperial (Il revisionismo storico. Problemi e miti, Laterza 2015).

III. También oponiéndose a la noción de “totalitarismo” que pone a la par a Hitler y Stalin –algo mejor representado por H. Arendt (por otro lado muy crítica al legado colonial/imperial occidental al localizar allí precisamente los orígenes del totalitarismo...)– Losurdo subrayaba que el nazismo –a diferencia del comunismo que no compartía su “visión del mundo” (Weltanschauung) “racializada” y “biologizada”– tenía sus raíces en la tradición colonial (y el liberalismo clásico del siglo XIX). El sueño del führer era “desarrollar, radicalizar y expandirla”, construyendo una suerte de “las Indias alemanas en Europa Central”, esclavizando una parte de la población (eslavos) y exterminando a la otra (judíos). Su principal inspiración –como él mismo enfatizaba– era Estados Unidos con su exterminación y deportación de los redskins (A. Jackson), sus muy restrictivas políticas raciales y migratorias (bit.ly/2HD4mei) y el tóxico legado de la “democracia de la raza dominante” (Herrenvolk democracy).

IV. El “hilo anticolonial” está igual en uno de los libros más desiguales y debatibles de Losurdo (Stalin. Historia y crítica de una leyenda negra, Viejo Topo 2008) –por su “neonostalgismo”, afán exculpatorio a toda costa y una sesgada lectura de Trotsky (bit.ly/2PGd1kf)–, al ver en la Gran Guerra Patriótica (1941-45) una “guerra anticolonial” frente al ímpetu nazi –aunque claramente también muchas de las políticas de Stalin dentro de la URSS (la cuestión nacional) también podrían considerarse un colonialismo (interno). En fin: siguiendo con su crítica al revisionismo que ve en el nazismo “un mero espejo del bolchevismo” y en Auschwitz –un quintaesencial producto de la razón moderna y el colonialismo occidental (Bauman, Traverso)– “un espejo de gulag”, Losurdo bien apuntaba que p.ej. los trabajos forzados o deportaciones denunciadas como “atrocidades comunistas” cuando se debían a Stalin, eran siempre “naturales” cuando aplicaban a los pueblos colonizados.

V. En los últimos años su mirada se tornó en buena parte a China. Para Losurdo era importante resaltar que “la República Popular allí emergió de la más grande revolución anticolonial” (l’Humanité, 16/8/13). “Mao y Fanon –continuaba en otro lugar– eran personajes muy diferentes, pero ambos entendían que una revolución así tiene dos fases: la rebelión militar y el desarrollo económico. El desarrollo del tercer mundo no era sólo algo económico, también político, y el afán de China de romper el monopolio tecnológico occidental sigue este camino” (Revista Opera, 20/10/17). “Hoy –añadía– el riesgo de la guerra proviene del intento estadunidense de ‘bloquear’ a China, cuya posición –hasta cierto punto– se asemeja a la de Rusia, una entidad imperialista y expansionista, pero que también corría riesgo de volverse una colonia (...) Yeltsin p.ej. era un gran agente de la colonización occidental, al contrario de Putin, obviamente ningún comunista, pero que quiso evitarla (...) Así es correcto hablar de una nueva ‘contra-revolución colonial’ con Estados Unidos por un lado y China –con Rusia– por el otro. Esta es mi ‘filosofía de la historia mundial’, por decirlo así”, concluía.


(*) Maciek Wisniewski es periodista polaco [Twitter: @MaciekWizz]

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