Los individuos y las masas


TEODORO SANTANA


El capitalismo suele presentársenos como el dominio de lo individual, el triunfo del individualismo, frente al socialismo que supondría lo colectivo, el colectivismo. Pero, ¿quiénes son los "individuos" en el capitalismo? Evidentemente, aquellos que pueden decidir sobre la marcha de la economía, sobre cuándo, dónde y cuanto invertir. Esto es, los propietarios del capital, que disponen del dinero suficiente para no esclavizar su tiempo al servicio de otros. 

Dicho de otra forma: bajo el capitalismo, los verdaderos "seres humanos" son los capitalistas, mientras el resto nos vemos forzados a ser la masa de desposeídos obligados a esclavizarnos por un salario. Una masa amorfa en la que nuestra fuerza de trabajo es intercambiable por la fuerza de trabajo de otro, en la que el capitalista puede intercambiarnos como simples números de una enorme reserva de "mano de obra". 

Nada hay más deshumanizador para un burgués que caer en la masa y verse obligado a emplearse para otro. Ya nos advierten que "el empresario también corre riesgos". ¿Y cuál es ese "riesgo"? Ni más ni menos que arruinarse, perder su capital y verse obligado a ponerse a trabajar por un salario. Y para que tal "catástrofe humanitaria" no se produzca, nos exigen a las trabajadoras y trabajadores que minimicemos –"moderemos"– nuestros salarios y aguantemos peores condiciones de trabajo. ¡No vayamos a permitir que esos "seres humanos verdaderos", que esos "individuos", se disuelvan en la masa anónima del proletariado! 

Y para que no nos "mosqueemos", poseen poderosos medios de engaño y manipulación: no en vano son los dueños de los grandes medios de "comunicación" de masas. Dicho en palabras de Marx, "la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante" (1)

Para garantizarse seguir siendo "individuos" y poder decidir su destino –y el nuestro–, para seguir siendo sujetos y no objetos del devenir social, los capitalistas disponen de todo el aparato del Estado a su servicio, de forma que sus "derechos individuales" permanezcan intocables, o vayan a más. Pero esos derechos son siempre los derechos del burgués: su "libertad" es la libertad burguesa, su "libre elección" de centros médicos o educativos es la libre elección del que tiene dinero, la "libre empresa" es su derecho a montar empresas con el capital del que es propietario –o, en la mayoría de los casos, del capital de todos acumulado en los bancos, que también son "suyos"–. 

Quienes vivimos de un salario, por muy "individuales" que nos consideremos, por muy únicos y diferentes que nos creamos, no somos más que cifras en una masa, marionetas cuyo destino está en las manos del que compra y vende nuestro tiempo y nuestro trabajo. No es de extrañar que los capitalistas se sientan superiores a nosotros, con "derecho divino" a dictarnos nuestras condiciones de vida, nuestra moral, nuestra reproducción y hasta nuestra muerte. 

Pero, como no pueden controlarlo todo, de vez en cuando de esta masa confusa y derrotada, surgen mujeres y hombres dispuestos a ser sujetos y no objetos, a cambiar el estado de cosas, a acabar con la esclavitud. Y se convierten de esta manera en seres humanos plenos, en individuos sociales, en personas que tienden los puentes al futuro. 

Revolucionarios, o sea. 


NOTA

(1) Karl Marx y Friedrich Engels. La Ideología Alemana, capítulo 1.

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