Reconectar, reagrupar, coordinar


TEODORO SANTANA 

 

La realidad de la guerra de las potencias imperialistas occidentales, por medio del gobierno títere ucraniano, contra Rusia, y las consecuentes medidas de censura absoluta y propaganda de guerra a todo meter, despeja cualquier tipo de ilusiones sobre la democracia burguesa.

Con el ascenso del fascismo descarado y el protofascismo de los partidos “democráticos” -incluidos los que se proclaman de “izquierda” o incluso de “izquierda radical”- los comunistas de Europa y de sus colonias no podemos continuar como un ejército en desbandada, convertidos en grupúsculos residuales y totalmente separados de las masas.

No podemos limitarnos a enfadarnos. Tampoco podemos seguir con lo de siempre, intentando participar en la agenda electoral que marca el enemigo. Es perder el tiempo y quemar -aún más- militantes. Como comunistas nuestro objetivo es tomar el poder. Y de forma efectiva, no “parlamentariamente”.

Qué lejos estamos de eso, camaradas.

Es comprensible la desmoralización. Más cuando en nuestro propio bando sólo domina el sectarismo, las discusiones a muerte y la fragmentación. Y, lo que es peor, la hegemonía durante décadas de dirigentes burgueses que nos han ido vendiendo una y otra vez para sus propios proyectos “realistas”.

Es hora de, al menos, empezar a encontrarnos. Discrepemos de esto o lo otro, es preciso que reconectemos, aunque sigamos en tal o cual grupo o en nuestras casas. Tenemos que crear puntos de encuentro. Somos los malditos de la Tierra: debemos hablar entre nosotros, respetarnos y tratarnos con calor, como camaradas. Y dejar de ser esclavos encadenados en las bodegas que pelean entre sí por un trozo de pan.

Además, debemos coordinarnos. Todavía no como partido, pero sí de manera concreta, de forma que lo que hagamos vaya ganando efectividad. Como enseñaba Lenin, “la revolución no se hace, sino que se organiza”. De momento no “grandes” partidos, sino quizá pequeños y ágiles comités revolucionarios, donde podamos encontramos, sin que nadie tenga que renunciar a su propia militancia.

Por supuesto, debemos dejar fuera a los señoritos, a los posibilistas, a los trepas de siempre que sólo buscan carne de cañón para hacer carrera política y personal vendiéndonos el “asalto a los cielos”. Ya los conocemos.

Y, por último, debemos empezar a cultivarnos en las normas de clandestinidad. Las redes sociales son muy golosas, y un descargue para nuestra frustración. Pero, salvo aquellos que somos ya muy conocidos por el enemigo y no tengamos marcha atrás, debemos velar por que los aparatos del Estado no tengan conocimiento de quienes somos ni de cuántos somos. Lo que es especialmente importante si vemos cómo el Estado se salta sus propias leyes sin despeinarse para reprimir sin contemplaciones. Con el cuento de la “democracia”, hemos sido muy descuidados con esto. No estamos a salvo. Y mucho menos si vamos en serio. 

Decía Mao, refiriéndose a los grandes contextos históricos, que “a veces sopla el viento del Este y otras veces sopla el viento del Oeste”. Están cambiando los tiempos, y el viento del Este va acumulando las nubes a favor de la historia. Pero el ejército ruso no va a hacer nuestro trabajo, así que pongámonos a ello.

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